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11 de marzo de 2015

Un ídolo es para siempre (Episodio 1)

Guillermo se enfermó gravemente mientras hacía promoción en San Juan de Puerto Rico para un concierto que daría unos días después en esa ciudad. Nicky, director musical de su banda, en la que estoy como tecladista y corista, nos avisó en privado a través de un grupo que tenemos en WhatsApp. Desde ese momento, las noticias sólo las recibíamos de inmediato por medio de Nicky y, por mi parte, me tocó ser lo más discreto posible a la hora de responder a numerosos mensajes que me llegaban desde varias ciudades del mundo a través de redes sociales preguntando por su estado de salud.

23 de mayo de 2013

La maldición de pensar en premios


Mi hijo, ayer:
¡Papi, te tengo una noticia buenísima! La maestra de inglés me dio una estrella por ser el niño que hizo las actividades más rápido. ¡Me tocó la estrella número 1! Y dijo que desde ahora pondrá estrellitas a los que hagan las cosas muy bien.
Mi hijo, hoy:
No terminé de colorear a tiempo porque me distraje pensando en qué estrella me iba a poner la maestra, y me puso la número 6, el último lugar de mi mesa. Ahora soy un tonto.

10 de diciembre de 2010

Celebración (Episodio 1)

Hace un par de semanas la inspiración me atrapó mientras veía una película de Woody Allen, un director que me gusta mucho. Mientras disfrutaba de la siempre disfuncional relación de Allen con Diane Keaton, hice mi ejercicio mental para conseguir los versos de una canción que decidí titular Celebración:

tengo aire y tengo agua
tengo alma y el deseo
tengo magia y tengo fe
tengo hoy y tengo tiempo

tengo pan y tengo pulso
la luz y el desafío
el paso y el comienzo
y gente que quiero conmigo

es mucho
es tanto

tengo tierra y tengo fuego
tengo el mapa y los motivos
frente a mí un futuro incierto
mis relatos y mi sitio

es mucho
es tanto...

En el 96 hice un tema que llamé Mucha gente, una oda a tantas personas que llegaban a mi historia como producto de mis trabajos como artista. Llegué a grabar la música, pero la letra la perdí, así de sencillo, y nunca la terminé. Desde entonces, tenía pendiente hacer algo que sirviera de agradecimiento. Soy un eterno agradecido. Doy gracias por cada segundo mío y, en especial, por cada segundo que alguien pueda regalarme.

También celebro tener todo lo mínimo que necesito para vivir feliz, que para muchos quizás será muy poco. Celebro haberme dado cuenta de ello: es tanto lo que sobra y lo que requiero ya lo tengo. Así que por ese camino me fui al comenzar a escribir esta nueva letra.

Pero esa noche, en compañía de Woody, llovía a cántaros en mi ciudad, y llovía el cielo entero en otras tantas. Casas empezaron a caer y gente empezó a perder mucho: su vida, la de esfuerzos y la que hace latir al corazón.

Es cuando a alguien como yo se le rompe algo dentro, porque el agradecido sufre un poco cuando otra persona no tiene aquello que puede agradecer también. Siendo yo un músico --no un médico, un bombero o un alcalde--, lo que hago se volvía ahora tan superfluo, trivial, irrelevante, al ver de cerca que la gente tiene otras prioridades más vitales. En consecuencia, dejé la nueva canción a un lado y entré en ese raro luto solidario en el que la consideración es lo primero.y el hacer música con tono festivo provoca culpa.

¡Craso error!

Al poco tiempo, recordé lo que se discutía en un foro de músicos estadounidenses a los pocos días de la tragedia del World Trade Center en Nueva York en 2001. Ahí leí, aparte de las obvias expresiones de rabia e impotencia, a quienes decían que en su país más que nunca hacía falta medicina para el alma y que la música era ideal para ello; que salieran a tocar, a cantar ese enfado, ese dolor, esa necesidad por esperanza, ese consuelo buscado.

Y hace unas horas agarré la guitarra y comencé a ponerles melodía a las estrofas que estaba componiendo, y me emocioné al extremo, porque la letra adquirió otro sentido. Si de verdad celebro lo que digo celebrar, debería poder hacerlo aun cuando mi casa desapareciera o mi vida se volviera más frágil. Además, muchos como yo seguro sienten lo mismo, y al recordar lo que en realidad debe tener valor, nos sensibilizamos más si otros adolecen de ello.

Es cuando salimos a ayudar al prójimo.

Ahora es época de Navidad, cuando tantos celebran, lo que sea, lo logrado, lo habido, lo que hay, lo que se es, de donde se viene; y este es mi momento para crear esta canción. De inmediato, encendí un grabador, le conecté un micro, la guitarra, y comencé a registrar lo que me había salido, sólo para dejar la idea espontánea y el boceto con el cual terminar luego. Aquí les dejo un extracto de lo que quedó, crudo, sin ensayo, con errores, sin retoques, sin ediciones, como si estuviera cantando en el estar de su casa; sobre todo porque hay otra cosa que celebro: saber que, para hacer música, no necesito mucho.

Disfruten, y agradezcan lo que son y lo que tienen.

Celebración, por luiser

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22 de diciembre de 2009

El camino y la evolución

Siempre que puedo, en las tardes salgo de casa a caminar por el vecindario en el que crecí, mientras me suenan en los audífonos Toto, Bjork o Linkin Park a todo volumen. Son alrededor de 30 minutos de aire, ejercicio e inspiración.

¿Por qué inspiración? Porque mis pasos me llevan al pasado. Es la ventaja de vivir donde me crié y algo que mis amigos y familiares idos a otras ciudades seguramente extrañarán (a menos que sus pasados sean aborrecibles).

En mi recorrido, recuerdo cuando iba con mis hermanos a la escuela, a veces con temor por no saber bien la lección o emocionado porque vería a la niña que me gustaba; cuando me acercaba a la venta de perros calientes sólo porque me fascina el olor de la mostaza; cuando visitaba a mis compañeritos de clase en esas calles, para jugar con muñecos que lanzábamos en paracaídas desde las azoteas; cuando me atropelló el autobús del colegio; cuando me acompañaba en el camino mi amiga de infancia, que siempre fue mi novia sin saberlo; cuando jugaba béisbol en la plaza pública que antecede a la iglesia donde hice mi primera comunión; la primera vez que me robaron; cuando cargué un bombo de batería por cuadras para ir a un ensayo con el grupo que me llevó a un estudio de grabación por primera vez; cuando hace 20 años iba entusiasmado a casa de mi amigo José a practicar las canciones que luego terminarían en mi primer disco... La lista de recuerdos es interminable.

Y algo simpático me pasó en uno de esos paseos cotidianos. Vi a distancia a alguien que estaba en mi salón cuando inicié la secundaria. Era el muchacho camorrero y peleón, el que disfrutaba haciéndoles maldades a los tímidos y callados; es decir, a mí.

Entonces recordé el altercado que él y yo tuvimos una vez en clase. Discutimos por algo; creo que me harté y le dije que dejara el abuso. Enseguida salieron despavoridos los demás muchachos. Pensaron que por lo menos algún pupitre me iba a lanzar. Me vi de nuevo en ese instante en que estábamos casi solos y en que le vi la cara de alzado con esos ojos que asustaban. Pero no recordé qué pasó después. Supongo que me zarandeó como muñequito de Cajita Feliz y quedé inconsciente, porque no me acuerdo.

Me le acerqué y lo saludé. Él me recordaba también y nos reímos cuando le conté de la pelea. Entonces le dije: "¿Quieres revancha? ¡Seguro que ahora sí te someto!" Y se rió más, no sólo por la desventaja que significaba ser ahora menos corpulento que yo, sino por ver --como de hecho noté yo también-- una satisfactoria prueba de evolución. Los temores que nos hacían disfuncionales a los 12 años ya no estaban; y ahora éramos dos hombres más seguros de nuestras virtudes y más considerados con los demás.

Ahora también la inspiración al andar por esas calles no viene sólo de la nostalgia o de la gente que recuerdo con sentimiento, sino por los momentos de autoevaluación que a veces vivo. El antes y el después, el crecimiento, la superación, saber que ahora hay cosas que pienso y hago mejor, confirmar que atrás ha quedado lo que limita, recordar que nunca somos los mismos y que la vida siempre nos acerca a la posibilidad de avanzar.

Y algo tan simple como caminar por mi historia me ha hecho sumar otra pequeña razón para vivir a plenitud: la inmensa curiosidad que tengo por ver lo que seré en el futuro.

Ahí les dejo eso. Me voy a caminar.
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8 de diciembre de 2009

Feliz vida nueva

Diciembre 31, 2008. Se acercaba la medianoche y el inicio de otro calendario. Podía imaginar lo que pensaba mucha gente. El instante en que todo el mundo quiere cambiar. El instante en que muchos se prometen algo fabuloso. Los minutos de amor y esperanza. Cohetes al cielo. Nube de pólvora. La energía de un rito anual que refuerza el reinicio.

Porque me tocó y porque así lo quise, yo me encontraba solo en casa, en pijama y en silencio, viviendo la ceremonia. Al dar las doce, hice pausa en un diseño que boceteaba para mi website y me asomé al balcón. Unas lágrimas, un beso a distancia a mi hijo a través del Atlántico, y una sonrisa porque podía ver que era real la diferencia. No me prometía cosas nuevas; ya las estaba viviendo.

Una noche de purificación que jamás olvidaré.

Hace unos años inicié un cambio radical de mi vida. Ahora son distintos mis paradigmas, mis creencias, mi fe en mí mismo, mi imagen de mí mismo, mi imagen de los demás, mi visión del sitio en donde estoy y del lugar adonde quiero ir. Ha cambiado lo que dejo entrar en cuerpo y mente. Han cambiado mis ritmos, mis rutinas, mis costumbres, mis manías, mis defectos, mis capacidades, mis promesas. Pasé de productor anónimo a ser escuchado y leído por miles de personas en el mundo. La mayor parte de la gente con la que estoy en contacto ahora es más desconocida y, aun así, más cercana. He desechado lo inútil, material e inmaterial; y he conocido lo que se siente cuando no se tiene nada. Me he alejado de quienes sólo toman y no dan; y he terminado relaciones tras descubrir que no puedo ofrecer ni recibir más nada bueno. Además, me he aislado en casa o en lugares muy remotos para meditar y vivir a plenitud la metamorfosis.

Un buen día, concluí sobre mí mismo algo que canta Paul McCartney en Yesterday: que ya yo no era ni la mitad del hombre que solía ser. Me había encogido. Lejos de crecer y evolucionar, estaba en realidad en paso retrógrado. En mi afán por tener más control de todo, había perdido el control de mí mismo y ya no era mi propio dueño. Mi guitarra quedó arrinconada y el escribir y grabar nuevas canciones era una tarea de menor prioridad en la agenda. La música que llegaba a hacer era de los demás. Los proyectos eran de otros. Los sueños que ayudaba a realizar eran ajenos. El miedo al fracaso que siempre había querido evitar les había quitado relevancia a mis anhelos. Había perdido la fe en mi desarrollo como artista y me había resignado a no sentirme realizado como quería. Ya no sabía quién era ni para qué estaba aquí. Lo bueno es que todo era más cómodo.

Pero la frustración y la insatisfacción me oscurecieron el carácter, afectaron mi manera de ser y me volvieron un Grinch; y había algo que me robaba toda posibilidad de mejorar:

el remordimiento

No quería seguir siendo responsable de la infelicidad que podía causar mi infelicidad; sin embargo, si quería cambiar todo de raíz y hacer lo que yo deseaba, debía estar consciente de la manera en que ello seguramente afectaría a la gente más directa y cotidianamente relacionada conmigo:

mi familia

Porque mi transformación requería sincerar muchas cosas, renunciar a muchas otras, y pasar por todo eso que menciono arriba y que la mayoría puede tildar de egoísta. Mi renovación implicaba un reajuste de responsabilidades, la amenaza del fracaso financiero y de la decepción en otros, lo abrumador que puede ser un nuevo comienzo con incertidumbre, las noches de soledad e insomnio, y el agobio que traen esos momentos de debilidad cuando quieres dejar todo como estaba antes.

Y la culpa que causa el remordimiento puede ocasionar algo más:

el autocastigo

Porque algunos hemos crecido pensando que es condenable ser individualistas y atender sólo lo propio, y esos pensamientos acosan y atentan. Se supone que no debemos hacer "lo que nos dé la gana" porque, de alguna manera, terminamos siendo "desconsiderados". Son ideas que entonces revierten en privaciones: una especie de pena para quien puede terminar creyendo que no merece nada por hacer algo repudiable. También pasé por eso. Dejé de ver a mis amigos, de comer mis galletas favoritas y de hacer cualquier cosa que pudiera significar disfrute; no sólo porque había prioridades más urgentes, sino porque la carencia parecía ser la única compensación a la manera en que yo sentía faltarles a los demás.

Los sacrificios no han sido en vano, pues ahora me he reconciliado conmigo mismo. Me siento más completo y en paz con mi vida, y ello me ayuda a ser mejor padre, mejor familia, mejor amigo, mejor profesional. Ahora sí veo que crezco y todo me va fluyendo de nuevo. Mi energía es otra y puedo verla reflejada en lo que hago con pasión y en el efecto positivo que eso causa en los demás.

Los cambios radicales aterran, sin duda. Tomen por ejemplo al adicto que teme la rehabilitación. Sabe que el síndrome de abstinencia lo puede matar. O a quien pierde de repente a la persona de la que depende. Yo, sin embargo, no temía en realidad. Siempre tuve fe en que lograría acercarme a lo que quiero ser, y siempre estuve dispuesto a soportar lo necesario. Sólo era la culpa mi freno. y esto sólo podía tener un remedio:

el perdón

Nadie desea cambiar para ser o estar peor, sino para todo lo contrario. Todos queremos sentirnos más a gusto, y ello jamás será pecado si nuestra intención no es afectar a los demás. Pero sí podemos afectarlos aun sin quererlo, y hay algo que puede ayudar a sobrellevar esta consecuencia:

el compromiso

a asumir
a desechar
a limpiarse
a vivir la incomodidad
a soportar
a ayudar
a avanzar
a lograrlo
a tener éxito
a ser feliz
a devolver esa felicidad
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Notas relacionadas:

16 de septiembre de 2009

Los comienzos sin final

Hace un par de días mi hijo comenzó a ir a la escuela y recordé cuando tiempo atrás quería caminar y me alzaba sus brazos para que yo le sirviera de apoyo. Anteayer me los alzó de nuevo porque quería que lo cargara y lo sacara de allí. No quería entrar a conocer maestra; no quería entrar a jugar aunque yo le hubiera prometido que eso haría. Era otra primera vez que lo aterraba, pero con suavidad le bajé los bracitos y le dije "Anda, ve a jugar y a aprender cosas nuevas con los niños, y luego me enseñas a mí". Lo que quería decirle era "Hijo, comienza".

¡Qué fácil es decirle a otro que comience!, sobre todo si es un niño pequeño que no argumenta excusas. Qué difícil es iniciar algo de adulto cuando eso que empezamos sólo depende de nosotros mismos. Siempre hay algo que atenta contra nuestro propósito de comenzar a pesar de que nada es en realidad capaz de detenernos. Siempre hay algo interno que nos traiciona con esos pensamientos saboteadores: "mejor espero", "cuando tenga plata", "cuando tenga más tiempo". Por eso me encanta el personaje de Forrest Gump, y quizás en estos días me siento como él en esa escena en que despide a su pequeño antes de subir éste al autobús escolar por primera vez en su vida.

La gran mayoría de nuestros comienzos tienen un final díficil de pronosticar con exactitud. Al iniciar la escuela, no sabemos si seremos biólogos, directores técnicos de una selección de fútbol, diseñadores o desertores escolares. Al comenzar con un nuevo empleo, no sabemos con exactitud cuánto duraremos en él, ni sabemos si será realmente la puerta que se abra a otras mejores oportunidades o la puerta que se cierre y nos aísle del avance. Igualmente, cuán impredecible puede ser una relación de pareja que nace.

Podemos tener un objetivo y a diario imaginarnos su logro como una manera de motivarnos, podemos aplicar los métodos que otros han probado para conseguir nuestras metas, podemos tener el conocimiento y el carácter necesarios; y descubrir luego que no es lo que esperábamos, que ya no es lo que queremos, que las maneras eran erradas, que una mala decisión nos cambió el curso, o que algo mucho más provechoso nos llegó sin preverlo. Hay una mínima dosis de caos que nos lo hace todo, si bien interesante, difícil de controlar a plenitud también.

Y los adultos queremos tener control de todo. Se supone que debemos tenerlo. Nos preparamos para evitar el azar, para comenzar en A y llegar a B siguiendo la línea más recta posible.

Pero los niños pequeños no piensan en llegar a B. Ni siquiera saben que están en A y no saben que están comenzando. Su pasado es breve y su futuro se limita a presentir la consecuencia inmediata de lo que en este momento están haciendo. Sin embargo, cada día es un inicio, una primera vez, una sorpresa, un descubrimiento, un paso más hacia B, hacia K, hacia P, hacia algún punto porque todos son posibles y no hay por qué pensar que alguno será malo.

Con esa ingenuidad de infante en kindergarden comencé a escribir este blog hace exactamente un año. Aunque mi motivación era clara, no pensé en continuidad ni en meta. No sabía si sería una actividad persistente ni sabía en qué iría a terminar mi propósito. Ni siquiera sabía que era el comienzo de algo que no veía. Ahora me he puesto a compilar todas estas notas en un gran archivo de texto para luego compartirlo como un e-book, y es sorprendente para mí que ya esté rondando las 200 páginas. Sin saberlo, hace un año empecé a escribir el libro que por muchísimo tiempo quise realizar. Increíble. Ahora me siento muy agradecido con quienes me han estado leyendo por ser esos expectadores omnipresentes que también motivan al artista en mí. He confirmado que, como bien dice una canción que me gusta mucho, "la finalidad de partir no es llegar".

Por supuesto, lo importante es que queramos partir y partamos; lo importante es que queramos comenzar y comencemos, aunque el final sea incierto.

(Dedicado a Dayana y a Chucho)
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17 de agosto de 2009

El artruista (o el artista que es altruista)

La mayoría de quienes creamos arte pasamos por una primera etapa del más puro egoísmo, cuando sólo nos importan lo que nos pasa, lo que necesitamos aprender, lo que queremos tener, lo que queremos expresar como experiencias y opiniones únicamente personales. Es la fase en la que somos ególatras y egocéntricos, y el período en que se vuelve obsesión el que nos valoren. Queremos ser mejor que los demás y medimos nuestra valía según nuestra fama y según la gente con la que nos codeamos. Creemos que nuestros talentos, nuestras obras y nuestro esfuerzo nos hacen merecedores de mucho, de la completa atención hacia todo lo que se nos ocurra hacer, del apoyo incondicional, del reconocimiento a través del premio que confirma, del tributo halagador. Es cuando nos parece casi condenable con horca cualquier acto de plagio o piratería y despreciamos al irrespetuoso que nos pida algo gratis. O, por otra parte, es cuando creamos sólo por amor al arte sin importar si nos ganamos el sustento o no, para luego aislarnos en un reducido círculo de amigos que nos aprecian la obra, con la idea de que, si alguien llega a interesarse en nosotros como artistas, ¡que nos busque!; eso sí, sin pretender cambiar nada en nosotros.

Pero luego, en el momento más impredecible, entramos (¡ojalá!) en una segunda etapa, justo cuando entendemos que nuestros dones y lo que hacemos con ellos no son fin sino medios; son aquello que usamos para cumplir una misión de vida que ya concientizamos. Vemos que la expresión, el placer, el entretenimiento, la reflexión, ya no son únicamente nuestros; son también de quienes nos siguen, gente que en realidad llega a admirarnos no por lo que somos, sino por lo que provocamos dentro de ella. Comprendemos que nuestro arte puede inspirar, abrir mentes, construir puentes, iniciar ideas, innovar, promover, mejorar, conmover, difundir cultura, enseñar, comunicar. Ahora nos enfocamos más en los demás y en sus necesidades, no únicamente en las nuestras. Caemos en cuenta de que incluso contribuimos a la economía local --o mundial-- con la creación de obras que ponen en movimiento industrias de todo tipo; y no nos sentimos indignos al recibir compensación por un trabajo que es, por naturaleza, tan servicial y social como el de un maestro o un bombero; ni menospreciables o paranoicos por regalar productos de nuestra inspiración. Podemos ser voceros y llamar la atención hacia obras benéficas, creencias religiosas, posiciones políticas, el bien común. Podemos ayudar a sanar el espíritu de incluso a quien desconocemos. Podemos trascender, si no en tiempo, al menos en espacio. Podemos ser útiles.

Está claro que hacer arte puede volvernos poderosos, y todo poder exige responsabilidad, demanda un buen uso. Para utilizar nuestro talento de la mejor forma y evitar desperdiciarlo, hemos de manifestar algo de altruismo.

Y tú, ¿ya eres artruista?
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1 de junio de 2009

La nota sube a 3

Google acaba de ubicar mis sitios www.lanotadeluiser.com y www.luiser.com en un rango de 3 en su respetada escala de popularidad e influencia, y es algo que me complace muchísimo, sobre todo porque mi blog, con el cambio de dominio que se le hizo, estaba en 0/10 hace apenas cuatro meses; y mi sitio oficial lleva ya mucho tiempo sin ser actualizado.

Más allá del trabajo que pueda haber detrás de mis páginas, la extensión de su alcance se debe a la manera en que cada vez más gente se acerca a lo que hago. Es momento de agradecer a oyentes y lectores, nuevos y recurrentes; a los fans que se van suscribiendo o que simplemente van animándose un poco más a brindar sus opiniones y a compartir mis escritos y canciones con quienes puedan apreciarlos; y a la interacción con gente en tantos países que me acerca en sitios como Facebook y MySpace (donde mi página también acaba de lograr un PageRank de 3).

Gracias a todos por el feedback y por el apoyo. Se les quiere de corazón.
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29 de mayo de 2009

25 citas que me motivan como músico

1. Un buen artista salta al escenario, mira al público y piensa "¡Aquí estoy!" Un gran artista salta al escenario, mira al público y piensa "¡Allí están!" - Steve Rapson

2. Todas las generalizaciones son falsas, incluso esta. - Henry David Thoreau

3. No les temas a los errores. No existen. - Miles Davis

4. El desafío supremo de un compositor es ser complejo y simple a la vez. - Paul Simon

5. Siempre dicen que el tiempo cambia las cosas, pero en realidad tienes que cambiarlas tú. - Andy Warhol

6. Lo más importante que busco en un músico es que sepa escuchar. - Duke Ellington

7. Escribe cosas que merezcan leerse o haz cosas que merezcan escribirse. - Benjamin Franklin

8. La gente no compra plástico y papel, compra emociones. - Scott Young

9. La manera más rápida de hacer muchas cosas es haciendo una por una. - Wolfgang Amadeus Mozart

10. Las cosas a veces resultan mejor por accidente, pero los accidentes no se pueden planificar. - Jeff Beck

11. La diferencia entre una buena actuación y otra que es magnífica, es una siesta. - George Burns

12. La mente es como un pañal. Si no se cambia cada cierto tiempo, empieza a oler mal. - Jeff Kaupi

13. Mientras más me involucro y mejoro como músico, veo que todo lo que hago tiene el potencial de volverse música y viceversa. - Pat Metheny

14. Si un hombre hace lo que le place desde que se levanta hasta que se acuesta, es exitoso. - Bob Dylan

15. La imaginación es más importante que el conocimiento. - Albert Einstein

16. No conozco a ningún músico que se haya arrepentido de serlo. Sin importar las decepciones que la vida te tenga reservadas, la música en sí no te defraudará. - Virgil Thompson

17. Quien mira afuera, sueña. Quien mira adentro, despierta. - Carl Jung

18. Sólo porque te haya pasado a ti no quiere decir que sea interesante. - Dennis Hopper

19. Si tocas una mala nota, corrígela con las que toques después. - Joe Pass

20. La fama es mejor como consecuencia que como meta. - Connor Freff Cochran

21. No creo que nadie robe nada. Todos tomamos prestado. - B.B. King

22. Cualquiera que forme un grupo, escriba canciones, publique discos y diga que no le importa si a los demás les gustan, es un completo mentiroso. - James Dean Bradfield

23. La música debería pasar a través de ti, dejar algo de ella dentro de ti y llevarse algo tuyo cuando se vaya. - Henry Threadgill

24. El momento más aterrador al escrbir es justo antes de comenzar. - Stephen King

25. Información no es conocimiento. Conocimiento no es sabiduría. Sabiduría no es verdad. Verdad no es belleza. Belleza no es amor. Amor no es música. La música es lo mejor. - Frank Zappa
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30 de marzo de 2009

La excelencia relativa

Es abrumadora esa obsesión del ser humano por medir su valía a través de las estadísticas. Están la pelea de las empresas por aparecer en la Fortune 500, los numeritos de los bateadores en béisbol, las calificaciones escolares y la evaluación del jefe, el rating del programa televisivo, las calorías que hay que rebajar, la talla del busto y el largo de aquello otro, la cantidad de contactos en Facebook, el saldo de la cuenta corriente. Nos medimos la vida a diario porque las cifras parecen decir más claramente si estamos bien o mal. Queremos ser mejores y el proceso de superación exige comparación. Sin embargo, ¿nos comparamos bien?

Dicen que no hay que comparar manzanas con peras, pero no existen manzanas idénticas, y hasta una manzana podrida puede servir para algo tan positivo como abonar la tierra. Lo bueno y lo malo son cosas muy relativas y podemos estar midiendo nuestro valor como personas con base en referencias erradas.

Hoy me topo con una cartelera de posiciones en AudioStreet; son las principales canciones en el género de rock en español (hagan clic en la imagen). Mi canción Grito y silencio está entre las diez primeras, y Duelen viene subiendo, lo cual es muy gratificante para mí porque es resultado de gente que me escucha, no de la decisión de un programador de radio o como efecto de la rotación de un video mío en MTV hasta el cansancio. Es algo que agradecer, pero también es algo que ver en su justa medida.

¿Cuánta gente visita AudioStreet? ¿Cuántas canciones en el género de rock en español están compitiendo por estar en esas posiciones? ¿Veinte o veinte mil? ¿No les parece eso de "rock en español" muy genérico? A mí me suena a manzanas con peras con piñas y con fresas. Además, mis canciones también pueden subir de posición no sólo porque las escuchen más, sino también porque corren la suerte de que otras empiecen a escucharse menos; es decir, no por mérito propio. Son muchos los factores que determinan el verdadero valor de esa estadística, por lo que su medida es muy relativa y no puede resumir objetivamente la realidad de un artista.

Me viene entonces la noción del contexto. Podemos ser incomparables y notables en un sitio y totalmente insignificantes en otro. Podemos ganar un disco de platino por vender un millón de copias en un país, ganar el mismo disco por apenas cincuenta mil en otro, o no vender nada en un tercero. Podemos tener el talento para merecer un Grammy, un Oscar o un campeonato, y a la vez ser completos desconocidos. Podemos ser muy atractivos y no tener suerte en el romance; o ser los empleados del mes y luego ser despedidos por reestructuración de la empresa. E incluso podemos ser los mejores en nuestro campo profesional y no querer dedicarnos a él porque es otra cosa la que nos apasiona. A la final, aquel número que nos deja bien parados ante los demás puede ser irrelevante, y sólo quedamos cada uno de nosotros por aislado con nuestras virtudes intactas. Es por eso que la única comparación sana es quizás con nosotros mismos.

En mi contexto personal, mis canciones están en primer lugar y, si las grabo, es porque me gustan. Ya eso me llena. Pero también es una bendición cuando alguien más les da un sitio similar en su propio contexto, así quede registrado como estadística o no.
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25 de marzo de 2009

De alante pa'trás

Somos eternos buscadores. Se nos va la vida tratando de alcanzar algo, amor, salud, riqueza, paz, realización, lo inalcanzable. Y a menudo nos sentimos insatisfechos, por la sencilla razón de que no conseguimos aquello que se nos escurre cruelmente, o porque no saboreamos lenta e intensamente lo que al fin tenemos.

Prefiero vivir "de alante pa'trás", de la meta al inicio. Hoy me declaro ya feliz en búsqueda de un triste que contagiar. Vivo la emoción en este instante y salgo a esperar lo que emociona, y a emocionar. Hago el amigo y luego empiezo a crear para él, pues ya lo conozco y no lo imagino como un "target" en pos del cual debo inventar primero. Comienzo en este momento mi retiro, mi jubilación, y trabajo para pasar el tiempo, porque la labor como medio para lograr algo, amarga. Muero en este minuto con la ilusión de nacer al siguiente, y me doy un regalo a diario para celebrarme la vida sin esperar mi cumpleaños.

Ya llegué; adonde iba, ya llegué. Y quizás no es como esperaba, pero aquí estoy y la meta deja de serlo. ¿Ahora qué? Asimilo y me devuelvo. Por otro sendero, nuevo, o igual, no importa. Y revivo experiencias sin importarme el lugarcomún de que lo pasado es pasado, el presente es lo que hay y el futuro no existe; pues el presente en realidad no es más que un efímero segundo que se une a otros transcurridos que se acumulan en todo lo que queremos recordar u olvidar; el pasado perdura y se atesora (aun cuando pueda ser malo), y el futuro nos alimenta cada instante al imaginar lo que anhelamos o al temer lo que evitamos.

El futuro, la meta, está aquí, y deja de serlo. Cada palabra en este texto era devenir hace un minuto; ahora es pretérito de otra que la sigue, y vuelve a transformarse en destino para alguien cuyo camino llegue a hacer pausa en esta página, que nunca es la misma y nunca se sabe qué seguirá siendo. Así quiero andar, en vivencia actual de mi pasado y mi futuro, sin buscar nada, pues ya todo está aquí, y aquí acabo.
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12 de febrero de 2009

Diez claves para el éxito de un músico (primera parte)

A los artistas musicales a menudo se nos califica el nivel de éxito según el número de discos grabados, la frecuencia de nuestros conciertos y el tamaño de sus auditorios, los otros artistas que nos rodean, altos números de ventas, la cantidad de fans, la posición de una canción nuestra en carteleras de radio, e incluso cuánto se reproducen nuestros videos en YouTube y MTV. Además, se nos mide de acuerdo a nuestras apariciones en entrevistas de TV, las nominaciones y los premios recibidos, cuántas ciudades se suman a nuestras giras, y la cantidad de versiones que otros artistas hacen de nuestras melodías. Pero, para mí más importante aún, está también la simple medida de la satisfacción personal como prueba más inmediata de nuestros logros individuales.

No escribiría esto si no me sintiera exitoso. Sin duda habrá quien note en este momento de mi carrera que no soy recurrente en la televisión, ni en la radio, ni en las salas de concierto, ni en las listas de iTunes. No podría medirme con esas varas, pero sí me siento muy complacido con mis modestos logros, con lo que he alcanzado a nivel profesional de una manera anónima, con los nuevos amigos que han decidido acompañarme el camino y con el hecho de que ahora debo pasar horas respondiendo emails de quienes me expresan apoyo. Y el éxito también lo tienen muchos otros colegas a ese nivel esencial, en quienes he notado los siguientes elementos fundamentales que creo pueden ayudarnos a alcanzar lo que queramos, como creadores de música o simplemente como individuos que desean progresar.

1 Autoconocimiento: Es fundamental tener claro quiénes somos, qué deseamos, qué sabemos hacer y qué no, qué virtudes poseemos y qué debilidades nos limitan, qué tipo de personas preferimos tener alrededor, qué necesitamos mejorar, qué necesitamos afianzar, cómo nos percibe la gente y cómo deseamos ser percibidos. Saber quiénes somos y apreciar nuestras cualidades alimentan nuestra identidad y autoestima, nos dan mayor confianza en nosotros mismos y nos hacen merecedores y receptores de éxito. Si eres un cantante lírico que quiere interpretar canciones infantiles a ritmo de vallenato acompañado de ukulele en plazas públicas, porque es lo mejor que haces en la vida y quieres dedicarte a ello, celébralo y no esperes, cree en ti mismo y hazlo. Por otra parte, si sabes que no cantas bien y que eres un excelente timbalero, suelta el micrófono y afina los cueros, por favor.

2 Compromiso: Cuando queremos algo, sólo podemos alcanzarlo si dedicamos nuestra concentración y nuestros actos a ello. Es un matrimonio con la meta; es lo que motiva la constancia y evita que nos desviemos de nuestro propósito. Al comprometernos con nuestro ideal, hacemos lo posible por priorizar, planificar, practicar la virtud de la disciplina. Es casi matemático: si nos dedicamos a medias, las cosas nos saldrán a medias; si no nos compremetemos por entero, incompleto será lo que logremos, y eso sólo puede llevar a la frustración. ¿Quieres tocar en la sinfónica nacional? Deja ese empleo como mariachi. Y tú, ¿quieres ser mariachi? Deja de ser abogado. ¿Que la plata no alcanza y necesitas un empleo extra? Búscate dos como mariachi.

3 Recursos: Nuestras limitaciones se superan con recursos, mentales, humanos y materiales. La creatividad es una herramienta imprescindible, no sólo para darles vida a composiciones e interpretaciones musicales, sino también para resolver problemas e idear estrategias de promoción, por ejemplo. La paciencia también ayuda y, si no la tenemos, debemos desarrollarla. Igualmente la capacidad de negociar o de simplemente usar una computadora para configurar un perfil en Facebook, el cual también es un recurso. Todo talento es una herramienta también, lo sabemos, y si aparte del obvio don musical, hay otros necesarios que no poseemos, hay que desarrollarlos o recurrir a quien sí los tiene. Por supuesto, también necesitamos dinero, instrumentos, salas de ensayo, técnicos, contadores, publicistas; la lista la conocemos. El asunto es que, si sabes lo que necesitas, debes tenerlo: y si confías en lo que eres y estás comprometido con lo que anhelas, seguramente harás lo posible para conseguirlo. Se supera quien aumenta sus propios recursos a todo nivel.

4 Adaptabilidad: Como reza el dicho, la única constante es el cambio. En realidad, nunca seremos los mismos. Nuestros gustos varían; nuestras necesidades llegan a ser otras; la gente con la que trabajamos puede seguir otro camino; nos casamos o divorciamos; llegamos a ser padres y a perder gente muy importante en nuestras vidas; sufrimos experiencias traumáticas que pueden llegar a anularnos y podemos de repente adoptar creencias completamente distintas. Y todo esto les pasa también a aquellos a quienes dedicamos lo que hacemos: nuestro público o nuestro mercado, como se quiera ver. La tecnología avanza; nuestras máquinas se deterioran y vuelven obsoletas; el reggaetón puede pasar de moda y cederle su lugar al "bolerón" o al "rock-and-rolletón"; la gente dejará de comprar CDs y la música simplemente volará todo el tiempo por el aire esperando a que alguien la capte en su super-smart-phone de séptima generación. Todo campo profesional sigue ese principio darwiniano de evolución del más apto, y ello exige capacidad de adaptación sin dejar de ser la misma especie. Adaptarse al cambio no implica volverse como los demás, sino seguir siendo quienes somos en esencia después del ajuste. Y para adaptarnos, necesitamos identidad y recursos. ¿Eres especie en extinción?

5 Movimiento y reposo: Obvio, para tener éxito hay que trabajar, actuar, hacer, echarle ganas, correr incluso. Pero es mentira que la gente exitosa sólo trabaja y trabaja. Después de largas horas de grabación, dedos ampollados o un posible síndrome del túnel carpiano, hay que relajarse y disfrutar de la música que hemos creado. Después de sudar en el escenario, hay que parar y gozar el aplauso. Después de una gira, hay que pasear en la montaña, jugar a la pelota con un niño, ver el mar con amigos y familiares, o realizar esa fantasía de hacer el amor a luz de luna. Y debe ser un reposo total que repone, que ayuda a asimilar lo que se ha hecho, que facilita la autoevaluación, la recarga de energía y metas. No debe ser un reposo con culpa por no estar haciendo nada. Exhaustos, aislados y sin el aliciente de otras satisfacciones en la vida, no podremos sentirnos plenos y felices. Alguien infeliz no puede ser productivo y exitoso.

Así que ahora me voy a reposar. En mi próxima nota explicaré los otros cinco elementos que necesitamos para crecer aún más profesionalmente, que parecen extrapolarse a cualquier campo y que sin duda pueden complementarse con otros que ustedes consideren pertinentes. Ah, y hablando de música, ¿ya han escuchado la mía? ¿Aún no? ¿Cómo va a ser?
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