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6 de enero de 2011

Canciones de Pasado Mañana: Grito y silencio

Ahora les cuento un poquito más sobre Grito y silencio, la tercera canción en mi nuevo trabajo recopilatorio, Pasado Mañana / Uno.

origen

Ya cuando publiqué la canción en 2008, había escrito una nota explicando su origen; pero esa vez no lo conté todo.

Grito y silencio en realidad nació en 1996 después de haberme hartado un poco de la industria discográfica y de mi vida sentimental. En ese entonces me dije que haría como George Costanza en aquel episodio de Seinfeld, cuando decide que hará todo lo contrario de lo que usualmente estaba haciendo para ver si la suerte le cambia (como de hecho ocurre); y la letra entonces surge como una sucesión de frases un poco paradójicas, también para expresar que muy seguramente lo que nos hace falta para lograr algo, es lo menos obvio.

Ese año, mi amigo Claudio Corsi regresaba de Viña del Mar tras participar en su famoso festival con un arreglo musical de mi autoría, y Juan José Bartolomeo, entonces a cargo de la institución Casa del Artista en Caracas, nos invitó a un encuentro de bienvenida en la sede. Fue cuando Juan José me dijo, "Me ha llegado una invitación para otro festival de canciones y quiero postularte a ti para que participes por Venezuela".

Creo que el festival era en los Emiratos Árabes o en Egipto (ese detalle no lo recuerdo) y acepté el reto. Pensé en Grito y silencio y dije que tenía el tema para competir. Entonces Claudio ofreció el estudio en su casa para producir la grabación que se enviaría para el proceso de selección.

Después de recortar la canción (quitándole las partes instrumentales para alcanzar el límite de 4 minutos de duración que exigían las reglas del susodicho festival), hicimos la maqueta en un día, justo a tiempo para ser enviada. Como han de suponer ya, no seleccionaron mi creación; pero tuve la dicha de grabar otra cosilla con Claudio y de tener algo más concreto preparado para lo que podría ser mi siguiente disco.

Esa siguiente producción nunca se materializó como tenía planeado y engaveté Grito y silencio hasta el año 2006, cuando el agitado panorama político en Venezuela me hizo ver el tema con otra óptica. Ya que creo que las opciones menos obvias pueden llegar a ser las más convenientes, quise grabar de nuevo la canción para hacerle un video y motivar en la gente otro tipo de acciones (algo ambicioso, ¿no?) Logré grabar los instrumentos básicos e incluso el solo de guitarra clásica en los dedos de Jesús Mariño.

Luego mi nuevo rol de papá me apartó una vez más del estudio y fue en 2008 que en realidad reuní la determinación suficiente para retomarlo todo. Doce años después, por fin compartía Grito y silencio con alguien más que un par de amigos. Y el momento no pudo ser mejor porque, si hay canciones que necesitan añejarse, ésa era una. Pude ver que la letra tenía un par de incoherencias, y las arreglé; yo me sentía más seguro como productor musical solitario que pretende grabar algo con calidad profesional sin la ayuda de nadie; y había crecido el interés de la gente en nueva música de mi parte.

letra

quisiera ser alto para tocar el suelo
quisiera ser pobre para dártelo todo
quisiera ser sordo para no esconder lo que pienso
y más simple para sentir lo complejo
quisiera el coraje para besar tus labios

dejo aquí mis zapatos para poder caminar
dejo aquí mis principios para poder terminar
adiós, palabras; me quiero expresar

quisiera ser absurdo para darme a entender
un insomne para soñar
quisiera ser odiado para más querer
y pequeño para crecer
quisiera ser mudo para poderte escuchar

dejo allí mis ideas para hacerme notar
y dejo allí mi camino para poder avanzar
adiós, palabras; me quiero expresar

el grito en mis gestos y el silencio en mi voz
el discurso en mis manos y el acuerdo en mi omisión
el ruido en protestas y el susurro en la objeción

dejo aquí mis zapatos para poder caminar
y dejo allí mi camino para poder avanzar
adiós, palabras; me quiero expresar

curiosidades
  • El video de Grito y silencio se logró materializar y forma parte del material extra de Pasado Mañana / Uno, el álbum en el que por fin se ha podido incluir. El videoclip es una sencilla sucesión de fotografías alusivas que van surgiendo sobre mi imagen. En la primera foto aparece mi hijo en un columpio, con una expresión accidentalmente perfecta para lo que dice la letra. Más tarde aparece conmigo en un instante en que daba sus primeros pasos.
  • El arreglo es muy fiel a la versión de 1996.
  • Lo que parece unas maracas en la grabación es en realidad un sonajero de mi hijo, que tenía un año y medio cuando hice la producción.
  • Mi voz en esta versión suena muy suave, como a media potencia, porque la grabé en una sala que aún no tenía aislamiento acústico y no quería que alguien en las inmediaciones me escuchara.
  • El sintetizador Korg N364 que usé para el solo, fue el que me robaron a punta de pistola en 2009.
créditos

Música y letra: luiser
Arreglado, producido, grabado y mezclado por luiser en su estudio personal (Marzo 2006 / Octubre 2008)
Masterizado por Tony Ruíz
Jesús Mariño: solo de guitarra clásica
luiser: voces, teclados, guitarra rítmica, bajo eléctrico, secuencia de batería, percusión

escucha y descarga

grito y silencio por luiser
luiserQuantcast
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25 de agosto de 2009

La más básica relación de amor de un músico

De niño, siempre que podía, iba a una tienda de instrumentos musicales a unas cuadras de casa a ver su vidriera. Simplemente me paraba frente a ella a admirar guitarras y bajos eléctricos, saxofones, pianos, baterías y peroles de percusión que me parecían fascinantes, mágicos, obras de arte en sí mismos, objetos incluso sensuales que me provocaba tocar, sentir, manosear hasta más no poder.

No eran como mi guitarrita de juguete, ni como aquella tabla a la que le clavé ligas como cuerdas, o los potes de leche en polvo vacíos que me robaba de la cocina para golpearlos como tambores con los palitos que les quitaba a los ganchos de ropa, o el órgano eléctrico para niños en el que compuse mi primera tonada. Estos eran de verdad, para gente grande, como los que se veían en TV, en los afiches de los Beatles, en las salas de concierto.

Y yo quería uno de ellos, cualquiera, para hacer cosas como las que me gustaba escuchar. Eran el lápiz que necesitaba para escribir, el horno que requería para cocinar buen pan. Eran el traductor que pedían mis fantasías musicales para darse a entender. Cualquiera me serviría.

Primero me fijé más en la batería:
- Papá, quiero una batería; me gustaría estudiar percusión.
- Muchacho, eso hace mucho ruido; no quiero líos con los vecinos. Además, pesa mucho y si ves a los percusionistas en las orquestas sinfónicas, fíjate. Cinco minutos en silencio y ¡pun!, un palazo al timbal. Otros cinco minutos callado y ¡plash!, un platillazo. Es aburrido.

Después me enamoré de un saxo tenor:
- Papá, quiero un saxofón, como ese, como el que suena en tus discos. A ti te gusta, ¿no?
- Es bonito, sí. Pero es caro, hijo. Ahora no se puede.
- Ah, pero esa batería es más barata. La batería entonces, ¿sí?
- ¡Noooo no no! Ya te dije.

Mis papás en realidad querían complacerme, pero reconozco que los juguetes que me atraían eran algo suntuosos. A mí sólo me quedaba insistir y repetir que las 25 teclas de mi organito ya no me bastaban. Luego entré a estudiar en el conservatorio y muchos en mi clase tenían pianos o guitarras eléctricas. Yo necesitaba mi "lápiz".

Ahí apareció la guitarra que mi abuelo paterno había hecho con sus propias manos en su humilde carpintería. A él lo apasionaba escribir y cantar sus canciones, que grababa en discos de acetato o interpretaba en la radio cuando mucho de la música que por ahí sonaba era en vivo. Mi papá me enseñó a arpegiar mis primeros acordes. Pero la guitarra era una reliquia de familia y yo sólo podía usarla con supervisión. No era mía en realidad.

Al cumplir 14 años, me sorprendieron. Llegué de clases y ahí en la sala estaba con un gran lazote un órgano eléctrico Yamaha con 61 teclas, todas para mí, y ¡hasta con un banquito para sentarme! Fue cuando me desaté. Escribía una canción a diario y mis sueños excedían la capacidad de mis recursos.

Pero mi nuevo órgano no era portátil y yo quería tocar en un grupo, ser un poco más como Lennon. Unos amigos pudientes que tenían todo tipo de instrumentos me invitaron a su banda ¡como baterista! Y yo feliz, pero sólo las baquetas eran mías. Quería algo propio que pudiera llevar a todas partes y no quería depender de que alguien me lo comprara. Así que comencé a ahorrar todas mis mesadas (que en realidad era dinero de mis padres) y al año me compré mi primera guitarra eléctrica (que, a decir verdad, me compró mi papá al ver mi intención, porque el dinero sólo me alcanzaba para el amplificador).

La guitarra desapareció a los dos años, en unos de esos momentos caóticos en que corren equipos de una tarima a una camioneta de transporte. Me tocó entonces volver a mi órgano casero para expresar mi musicalidad. Y creo que este hecho fue el que definitivamente me llevó a trabajar principalmente con los teclados, instrumentos que eran siempre más costosos y que yo siempre pedía prestados para poder tocar con alguien más.

Uno de esos sintetizadores que años después logré comprar con mi propio dinero me lo robaron a punta de pistola anoche, y en este momento en que al fin asimilo que mi vida corrió peligro y que perdí a lo que podría llamar un amigo íntimo que me traducía sentimientos en notas musicales, me recuerdo de niño viendo los pianos en la vidriera de aquella tienda y entiendo que todo músico tiene una relación de amor con su instrumento. Ahora entiendo más esa locura mía de ponerles nombres a mis teclados y siento la pérdida como cuando lloré desconsolado ante mi muñequito preferido de la infancia por haber perdido un bracito. Hoy pienso en mi existencia y en el valor sentimental que puede dársele a algo material y sólo puedo agradecer la posibilidad que siempre he tenido de hacer música, aun cuando no tuviera mi propias herramientas; y esperar que Nepomuceno, el sintetizador robado (¡no se rían!) (bueno, sí, ríanse; es cómico el nombre) quede en manos de alguien que lo necesite como yo lo necesité.

Ahora, como tributo melodramático a mi teclado favorito, véanse el video de Grito y silencio, donde suena el último solo que grabé con él (de hecho, es el instrumento que sale en pantalla). Por cierto, hace tiempo prometí hablar de la producción de este video, pero luego pensé que sería redundar en algo que el mismo deja ver con facilidad. Se me cuidan.
 
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30 de marzo de 2009

La excelencia relativa

Es abrumadora esa obsesión del ser humano por medir su valía a través de las estadísticas. Están la pelea de las empresas por aparecer en la Fortune 500, los numeritos de los bateadores en béisbol, las calificaciones escolares y la evaluación del jefe, el rating del programa televisivo, las calorías que hay que rebajar, la talla del busto y el largo de aquello otro, la cantidad de contactos en Facebook, el saldo de la cuenta corriente. Nos medimos la vida a diario porque las cifras parecen decir más claramente si estamos bien o mal. Queremos ser mejores y el proceso de superación exige comparación. Sin embargo, ¿nos comparamos bien?

Dicen que no hay que comparar manzanas con peras, pero no existen manzanas idénticas, y hasta una manzana podrida puede servir para algo tan positivo como abonar la tierra. Lo bueno y lo malo son cosas muy relativas y podemos estar midiendo nuestro valor como personas con base en referencias erradas.

Hoy me topo con una cartelera de posiciones en AudioStreet; son las principales canciones en el género de rock en español (hagan clic en la imagen). Mi canción Grito y silencio está entre las diez primeras, y Duelen viene subiendo, lo cual es muy gratificante para mí porque es resultado de gente que me escucha, no de la decisión de un programador de radio o como efecto de la rotación de un video mío en MTV hasta el cansancio. Es algo que agradecer, pero también es algo que ver en su justa medida.

¿Cuánta gente visita AudioStreet? ¿Cuántas canciones en el género de rock en español están compitiendo por estar en esas posiciones? ¿Veinte o veinte mil? ¿No les parece eso de "rock en español" muy genérico? A mí me suena a manzanas con peras con piñas y con fresas. Además, mis canciones también pueden subir de posición no sólo porque las escuchen más, sino también porque corren la suerte de que otras empiecen a escucharse menos; es decir, no por mérito propio. Son muchos los factores que determinan el verdadero valor de esa estadística, por lo que su medida es muy relativa y no puede resumir objetivamente la realidad de un artista.

Me viene entonces la noción del contexto. Podemos ser incomparables y notables en un sitio y totalmente insignificantes en otro. Podemos ganar un disco de platino por vender un millón de copias en un país, ganar el mismo disco por apenas cincuenta mil en otro, o no vender nada en un tercero. Podemos tener el talento para merecer un Grammy, un Oscar o un campeonato, y a la vez ser completos desconocidos. Podemos ser muy atractivos y no tener suerte en el romance; o ser los empleados del mes y luego ser despedidos por reestructuración de la empresa. E incluso podemos ser los mejores en nuestro campo profesional y no querer dedicarnos a él porque es otra cosa la que nos apasiona. A la final, aquel número que nos deja bien parados ante los demás puede ser irrelevante, y sólo quedamos cada uno de nosotros por aislado con nuestras virtudes intactas. Es por eso que la única comparación sana es quizás con nosotros mismos.

En mi contexto personal, mis canciones están en primer lugar y, si las grabo, es porque me gustan. Ya eso me llena. Pero también es una bendición cuando alguien más les da un sitio similar en su propio contexto, así quede registrado como estadística o no.
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4 de noviembre de 2008

Cierra la boca y grita, así duela

Un buen día decidí ser un poco extremista y hacer todas mis cosas al revés, simplemente porque al derecho no tenía éxito en nada. Me sentía estancado y sin posibilidad de progresar, así que opté por deshacerme de muchas filosofías de vida. Mis actos fallidos eran reflejo de mi manera de pensar, por lo que me convenía más desechar conceptos, ideas, nociones, prejuicios y actitudes que no me servían para nada. Afortunadamente, el proceso resultó ser más fácil de lo que parecía al principio. Sólo reviví la adolescencia y comencé a cuestionarlo todo: ¿por qué esto sí?, ¿por qué aquello no? Vivimos siguiendo una especie de software envirado en la cabeza, que no es más que un cúmulo de pensamientos negativos conformados por palabras negativas.

Adios, palabras; me quiero expresar...

Escribí Grito y silencio para declarar que ahora prefiero vivir siguiendo paradojas; que lo ilógico puede tener mucho sentido y que quizás no existe nada imposible, cuando enfoco las cosas de la manera menos obvia, cuando recuerdo que en realidad hace falta muy poco para lograr mucho, que para crecer sólo hace falta ser pequeño y que para escuchar no necesito mi oído. Es más fácil lo que parece difícil.

Y fue muy emocionante grabar esta canción, una producción aderezada con la simbólica coincidencia de una fractura en mi pie, que no me detuvo (Dejo aquí mis zapatos para poder caminar); y el estímulo creativo de un arreglo musical que trata de reflejar el mensaje, sin introducción, porque no hace falta; con un ocasional piano eléctrico haciendo el papel de una guitarra eléctrica, porque esta no hacía falta; con una segunda estrofa sin acompañamiento armónico, porque no era necesario; con un estribillo sin letra, porque las palabras sobran y mis manos hablan mejor. A veces el silencio es más elocuente y a mí me encanta gritar callado.

También fue una experiencia renovadora grabar Duelen. Tenía mucho tiempo sin entrar a un estudio a improvisar principalmente. Era algo que quería hacer, en especial con una canción que me había salido en un breve instante con la única intención de limpiarme mente y corazón. Así que llegué con un arreglo en blanco, aunque con un concepto claro. El tema debía tener el color de Grito y silencio sin pretender impresionar o agradar. Quise capturar un momento de reinicio y el mejor sonido que me venía a la mente era el que recordaba de cuando ensayaba en mi adolescencia con mis amigos de la escuela, el sonido de la modesta banda que comienza con pocos recursos y con música sin pretensiones, sincera, vulnerable. No quise pensar mucho en lo que grababa, así que improvisé el arreglo y traté de dejar la canción en pocas tomas. En un día quedó lista, sin retoques, sin correcciones, y era la primera vez en muchísimos años que producía música de esa forma, sin pensar. Creo que no podía ser mejor compañera de lanzamiento para una canción como Grito y silencio.

Ahora siento una satisfacción que me llena, no sólo por terminar un pequeño, aunque muy estimulante, proyecto, sino por la receptividad que han tenido las canciones en muy corto tiempo. Ya quiero iniciar la creación de al menos otros dos temas para grabarlos y compartirlos con ustedes pronto. Disfruto mucho este estado de ininterrumpida motivación creativa que sin duda me lleva a más experiencias enriquecedoras.

Agradezco a Jesús Mariño por ayudarme a expresar Grito y silencio a través de su solo de guitarra española, en especial siendo él un metalero que adora el sonido distorsionado (¡excelente paradoja!); y a Tony Ruíz, mi segundo par de oídos, por su trabajo de masterización para ambas canciones. Ahora, el comercial: Hagan clic aquí -http://www.luiser.com/- y escúchenlas. Y si les gusta, descárguenlas y recomiéndenlas, ¡por una vida llena de paradojas útiles!
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13 de octubre de 2008

El susto en el baño

Creí que había terminado la producción de "Grito y silencio" la semana pasada.

Después de terminarle el arreglo con unas cositas que se me ocurrieron a último momento durante la grabación (como añadirle una maraquita de juguete que sonaba de lo mejor y que tuve que secuestrarle a mi hijo); corregirle unos versos un tanto incoherentes; pasar cuatro horas grabando el bajo eléctrico porque no me salía muy bien el ritmo (sí, lo admito, no practico a diario; sólo antes de un concierto); pelear con 40 sonidos de sintetizador porque no hallaba uno que me gustara para el solo; y partirme el coco con compresores, de-essers, reductores de ruido, análisis de espectro, envolventes de volumen y reflexiones tempranas (sí, lo admito, no tengo la pericia y la paciencia de un ingeniero de sonido), la mezcla definitiva estaba lista para probarla en los parlantes del estéreo en la casa, de la laptop, del carro, de los audifonitos del mp3 y de la cornetica del reproductor de cassette de la cocina.

Después de tener la música en la mente durante tanto tiempo, escucharla al fin emanando de un aparato como algo físico y concreto, a pesar de su invisibilidad, me provocaba una emoción difícil de describir. Mis amigos artistas me entenderán. Es como el nacimiento de un hijo esperado. No dejas de verlo, de celebrarlo, y te parece lo más maravilloso que existe. Pero puse a sonar la canción en el estudio y me encerré en el cuarto de baño que está al lado a escuchar el producto terminado de nuevo. Es una prueba que tengo muchos años haciendo, la de evaluar la calidad de una mezcla escuhándola desde los sitios más rebuscados. Si suena bien a través de la puerta y las paredes de ese baño, "se imprime".

Todo parecía haber quedado bien. Técnicamente estaba aceptable para mi gusto, pero ahí salió mi voz con aquella nota ofensivamente desafinada en el clímax de la canción. No la noté tan insultante e insoportable durante el proceso de post-producción. Pero la puerta del baño, cerrada y todo, la dejó pasar, la amplificó, le dio proporciones gigantescas suficientes para encender la alarma. Primero, la sorpresa ("¡¿Qué?! ¡Dios, llegó al baño!"); luego, la frustración ("¡Pero si ya estaba lista!"); luego, el autoengaño ("Nadie se dará cuenta"); más tarde, la aceptación, la resignación y la culpa ("Sí, estoy desafinado, pero es que el canto no es mi fuerte"); el reto ("¿Y si corrijo esa nota con la computadora?"); la acción ("¿Corregir afinación?" Clic); y el reto inevitable ("Hay que grabar de nuevo").

Creí que había terminado la producción de "Grito y silencio" la semana pasada.
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25 de septiembre de 2008

Ibuprofeno para el corazón

Quienes nos dedicamos a hacer canciones no siempre tenemos una vida de éxitos, alegrías y glamour. No vivimos aislados ni separados de experiencias que pueden ser frustrantes y dolorosas. Siempre hay alguien que puede hacernos daño, nos rompe una ilusión, nos falta o nos ofende a pesar de nuestro esfuerzo por merecer lo contrario. Podemos también propiciar fracasos al cometer errores, tomar malas decisiones, ignorar mejores maneras o dejar en los demás el control de nuestro destino.

A nivel personal y profesional, corremos siempre el riesgo de cruzarnos con algo que nos entristezca, nos decepcione, nos desanime y nos sumerja en una pausa en la que nada queremos hacer y todo lo cuestionamos. Siempre es posible el hecho fortuito, inesperado, que nos hace perder el balance emocional.

Yo estoy profundamente triste hoy, por razones que no serán el centro de este escrito, porque aquí en realidad quiero compartir que la tristeza también es motivo para muchos músicos que escriben canciones, y que son sus cantos tristes el ibuprofeno que el corazón les pide. Es la mejor forma de automedicación que tenemos cuando sólo queremos llorar. Y esta tarde llegó un verso a mi mente y la guitarra saltó a mis manos. Una hora despúes, justo antes de empezar a escribir esta nota, terminé de componer una canción, "Duelen".

...hoy duelen distancia y memoria
deslealtad en la historia
duelen ofensa y desidia
tras ofrecerse la vida...

Sin embargo, quienes hacemos canciones tenemos además otro consuelo cuando una depresión agobia: el oído dispuesto de quien nos escucha cantar en esta especie de interacción terapéutica entre intérprete y público, una relación de apoyo que muchas veces nace con naturalidad simplemente porque aquél que escucha también llega a sufrir y a necesitar ibuprofeno para el corazón.

Hace unos días sufrí una fractura en el pie izquierdo y el doctor me obligó a inmovilizarme por al menos dos semanas. Sin duda será algo con qué lidiar para materializarles "Grito y silencio", la canción que publicaré el 4 de noviembre. No obstante, hoy no sólo me he inyectado calmante en el alma, sino que además mi necesidad de desahogo me motiva a también ofrecerles la canción que hoy he creado para el mismo día. Ustedes también son una efectiva medicina.
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16 de septiembre de 2008

Grito y silencio: La idea

Desde hace años la idea me rondaba, e incluso llegué a compartirla con algunos colegas que se mostraron interesados (o no tanto). El asunto es que la semana pasada, como resultado de un impulso, me atreví a publicar un evento en Facebook anunciando el lanzamiento de una canción mía titulada Grito y silencio. ¿Por qué un impulso? Porque el tema está relativamente inconcluso, su arreglo semi-terminado, y mi estudio está temporalmente desmantelado.

Pero, sin pensarlo mucho, por fin me había atrevido a poner en práctica "la idea": Olvidarme de esa obsesión generalizada por hacer discos propios. En otras palabras, cambiar mi propio paradigma en cuanto a cuál debe ser la unidad creativa más pequeña e indivisible en mi música, reconfigurar mi mente como artista y asumir conscientemente el rol de creador de canciones y no de CDs. Es sólo un cambio de óptica que me ayudará a no limitar ni condicionar mi creatividad.

Abandono la idea de medir el éxito de un artista según el volumen de su discografía o el número de copias que haya vendido. Abandono al agotado patrón de trabajo que gira en torno a la producción de discos, esa fórmula predecible de componer-grabar-promover-tocar-hartarse del disco-reposar-esperar a que todo confluya de nuevo. No quiero esperar a tener diez canciones listas y el millonario capital a la mano para producir lo que quiero compartir con quienes me quieren escuchar. Adiós, Billboard. Bienvenida, iTunes.

Ahora cuando escriba una canción que me guste, no postergaré su grabación y publicación. Ahora me ilusiona más la idea de materializar y difundir piezas por separado. Y, con este blog que ahora inauguro, me entusiasma la idea de contarles e ilustrarles -para comenzar- cómo carrizo haré para terminar en 7 semanas -y con las uñas- una canción ¡Y SU CORRESPONDIENTE VIDEO! ¿Les parece tiempo más que suficiente? Mmmm, ya veré. Hay que cambiar algunos versos, pulir unos arreglos, reacondicionar el lugar de grabación, grabar, mezclar, masterizar, crear un guión de video desde cero, programar su producción, conseguir locaciones y actores o extras, adquirir materiales, filmar, editar, convertir, contarles en este blog cómo va la cosa... Sí... da tiempo... ¿Quedará todo bien? Sí... lo disfrutaré mucho y quedará bien. ¿Por qué? Por "la idea", que ahora me inspira y que queda algo resumida en la misma letra de Grito y silencio:

Dejo aquí mis zapatos
para poder caminar
y dejo allí mi camino
para poder avanzar...

Ya algunos de ustedes han manifestado en Facebook su interés por recibir mi canción, y esa es una fabulosa motivación que agradezco muchísimo. Si el proceso es enriquecedor y su producto llega a alguien que pueda apreciarlo, habrá razón suficiente para que se me estimule el séptimo chakra.
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