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21 de abril de 2009

El sufrimiento positivo

Si no me pasara nada triste, impactante, inesperado o aterrador, mi vida sería aburrida y no tendría nada que poner en canciones. Hasta los temas de amor tienen un poco de miedo y ansiedad en ellos; y las canciones optimistas no las necesitan precisamente aquellos con ánimo inagotable, sino los desesperanzados. Disfrutamos haciendo o escuchando una canción alegre simplemente porque hemos conocido la depresión. Ese contraste, ese ir y venir del blanco al negro, nos mantiene vivos emocionalmente y como creadores. Sin sufrimiento, no hay felicidad, no hay arte.

Y, para sufrir, sólo basta ser vulnerable, quebrantable. Yo escribo canciones porque soy débil con frecuencia. A veces me desanimo y escribo los versos que me curan. A veces la incertidumbre me agobia y una mezcla de ritmos me pueden enmarcar un himno de seguridad. A veces una decepción, una sorpresa o una frustración me lleva a cantar el mantra que luego me iré repitiendo. No crean que soy un perfecto practicante de lo que predico, pues son en realidad afirmaciones que mi alter ego me canta para sentirme fuerte cuando olvido mi fortaleza.

De eso me di cuenta hoy. Por más equilibrado que pueda yo ser, es mi vulnerabilidad, mi sensibilidad al caos, lo que siempre me vuelve creativo. Mi música es mi sufrimiento positivo; como dije antes, "ibuprofeno para el corazón".
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25 de septiembre de 2008

Ibuprofeno para el corazón

Quienes nos dedicamos a hacer canciones no siempre tenemos una vida de éxitos, alegrías y glamour. No vivimos aislados ni separados de experiencias que pueden ser frustrantes y dolorosas. Siempre hay alguien que puede hacernos daño, nos rompe una ilusión, nos falta o nos ofende a pesar de nuestro esfuerzo por merecer lo contrario. Podemos también propiciar fracasos al cometer errores, tomar malas decisiones, ignorar mejores maneras o dejar en los demás el control de nuestro destino.

A nivel personal y profesional, corremos siempre el riesgo de cruzarnos con algo que nos entristezca, nos decepcione, nos desanime y nos sumerja en una pausa en la que nada queremos hacer y todo lo cuestionamos. Siempre es posible el hecho fortuito, inesperado, que nos hace perder el balance emocional.

Yo estoy profundamente triste hoy, por razones que no serán el centro de este escrito, porque aquí en realidad quiero compartir que la tristeza también es motivo para muchos músicos que escriben canciones, y que son sus cantos tristes el ibuprofeno que el corazón les pide. Es la mejor forma de automedicación que tenemos cuando sólo queremos llorar. Y esta tarde llegó un verso a mi mente y la guitarra saltó a mis manos. Una hora despúes, justo antes de empezar a escribir esta nota, terminé de componer una canción, "Duelen".

...hoy duelen distancia y memoria
deslealtad en la historia
duelen ofensa y desidia
tras ofrecerse la vida...

Sin embargo, quienes hacemos canciones tenemos además otro consuelo cuando una depresión agobia: el oído dispuesto de quien nos escucha cantar en esta especie de interacción terapéutica entre intérprete y público, una relación de apoyo que muchas veces nace con naturalidad simplemente porque aquél que escucha también llega a sufrir y a necesitar ibuprofeno para el corazón.

Hace unos días sufrí una fractura en el pie izquierdo y el doctor me obligó a inmovilizarme por al menos dos semanas. Sin duda será algo con qué lidiar para materializarles "Grito y silencio", la canción que publicaré el 4 de noviembre. No obstante, hoy no sólo me he inyectado calmante en el alma, sino que además mi necesidad de desahogo me motiva a también ofrecerles la canción que hoy he creado para el mismo día. Ustedes también son una efectiva medicina.
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