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9 de enero de 2015

Música en tiempos de crisis (en Venezuela)

Días en que un músico que crea y comparte canciones como yo, se cuestiona la relevancia y la prioridad de lo que hace. Es un estado de parálisis en el que me veo a mí mismo y a otros colegas en Venezuela porque todos nos encontramos igualmente abrumados por una realidad de la que nadie aquí puede escapar.

Hoy es virtualmente imposible salir de esta tierra de manera espontánea porque las aerolíneas internacionales están peleadas por dinero con el gobierno y redujeron sustancialmente el número de vuelos; y ya no es práctico y rentable para productores de shows en el exterior llevarme a tocar. Además, es común ver anuncios de reembolso de dinero por unas pocas entradas a espectáculos que no logran atraer público y se cancelan o posponen, no porque la gente no quiera ir, sino porque, repito, las prioridades son otras en un país ahogado en inflación y devaluación históricas, y los productores ya no pueden perder más dinero.

22 de marzo de 2011

El artista que olvida su rebeldía

Los artistas somos rebeldes por naturaleza. Como sea que ocurra, el cerebro se nos programa para intentar hacer las cosas de la manera menos convencional posible. Es una obsesión por ser distintos, por innovar, iniciar, liderar, cambiar tendencias, renovar estilos, revolucionar, probar que otras formas son válidas y meritorias, romper patrones, revolver paradigmas, refrescar métodos, mezclar lo inmezclable, decir lo indecible, pintar lo inimaginable, cantar el tabú, bailar la indecencia, personificar la fantasía, esculpir el agua, fotografiar lo que nadie ve.

Hacer lo que nadie haga.
Hacer lo que nadie se atreva a hacer.

La rebeldía se fundamenta en la premisa de que las cosas no las tenemos que hacer como los demás las hacen, y un justificativo es que no hay justificativo para invalidar esa posición.

17 de agosto de 2009

El artruista (o el artista que es altruista)

La mayoría de quienes creamos arte pasamos por una primera etapa del más puro egoísmo, cuando sólo nos importan lo que nos pasa, lo que necesitamos aprender, lo que queremos tener, lo que queremos expresar como experiencias y opiniones únicamente personales. Es la fase en la que somos ególatras y egocéntricos, y el período en que se vuelve obsesión el que nos valoren. Queremos ser mejor que los demás y medimos nuestra valía según nuestra fama y según la gente con la que nos codeamos. Creemos que nuestros talentos, nuestras obras y nuestro esfuerzo nos hacen merecedores de mucho, de la completa atención hacia todo lo que se nos ocurra hacer, del apoyo incondicional, del reconocimiento a través del premio que confirma, del tributo halagador. Es cuando nos parece casi condenable con horca cualquier acto de plagio o piratería y despreciamos al irrespetuoso que nos pida algo gratis. O, por otra parte, es cuando creamos sólo por amor al arte sin importar si nos ganamos el sustento o no, para luego aislarnos en un reducido círculo de amigos que nos aprecian la obra, con la idea de que, si alguien llega a interesarse en nosotros como artistas, ¡que nos busque!; eso sí, sin pretender cambiar nada en nosotros.

Pero luego, en el momento más impredecible, entramos (¡ojalá!) en una segunda etapa, justo cuando entendemos que nuestros dones y lo que hacemos con ellos no son fin sino medios; son aquello que usamos para cumplir una misión de vida que ya concientizamos. Vemos que la expresión, el placer, el entretenimiento, la reflexión, ya no son únicamente nuestros; son también de quienes nos siguen, gente que en realidad llega a admirarnos no por lo que somos, sino por lo que provocamos dentro de ella. Comprendemos que nuestro arte puede inspirar, abrir mentes, construir puentes, iniciar ideas, innovar, promover, mejorar, conmover, difundir cultura, enseñar, comunicar. Ahora nos enfocamos más en los demás y en sus necesidades, no únicamente en las nuestras. Caemos en cuenta de que incluso contribuimos a la economía local --o mundial-- con la creación de obras que ponen en movimiento industrias de todo tipo; y no nos sentimos indignos al recibir compensación por un trabajo que es, por naturaleza, tan servicial y social como el de un maestro o un bombero; ni menospreciables o paranoicos por regalar productos de nuestra inspiración. Podemos ser voceros y llamar la atención hacia obras benéficas, creencias religiosas, posiciones políticas, el bien común. Podemos ayudar a sanar el espíritu de incluso a quien desconocemos. Podemos trascender, si no en tiempo, al menos en espacio. Podemos ser útiles.

Está claro que hacer arte puede volvernos poderosos, y todo poder exige responsabilidad, demanda un buen uso. Para utilizar nuestro talento de la mejor forma y evitar desperdiciarlo, hemos de manifestar algo de altruismo.

Y tú, ¿ya eres artruista?
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Notas relacionadas:


29 de mayo de 2009

25 citas que me motivan como músico

1. Un buen artista salta al escenario, mira al público y piensa "¡Aquí estoy!" Un gran artista salta al escenario, mira al público y piensa "¡Allí están!" - Steve Rapson

2. Todas las generalizaciones son falsas, incluso esta. - Henry David Thoreau

3. No les temas a los errores. No existen. - Miles Davis

4. El desafío supremo de un compositor es ser complejo y simple a la vez. - Paul Simon

5. Siempre dicen que el tiempo cambia las cosas, pero en realidad tienes que cambiarlas tú. - Andy Warhol

6. Lo más importante que busco en un músico es que sepa escuchar. - Duke Ellington

7. Escribe cosas que merezcan leerse o haz cosas que merezcan escribirse. - Benjamin Franklin

8. La gente no compra plástico y papel, compra emociones. - Scott Young

9. La manera más rápida de hacer muchas cosas es haciendo una por una. - Wolfgang Amadeus Mozart

10. Las cosas a veces resultan mejor por accidente, pero los accidentes no se pueden planificar. - Jeff Beck

11. La diferencia entre una buena actuación y otra que es magnífica, es una siesta. - George Burns

12. La mente es como un pañal. Si no se cambia cada cierto tiempo, empieza a oler mal. - Jeff Kaupi

13. Mientras más me involucro y mejoro como músico, veo que todo lo que hago tiene el potencial de volverse música y viceversa. - Pat Metheny

14. Si un hombre hace lo que le place desde que se levanta hasta que se acuesta, es exitoso. - Bob Dylan

15. La imaginación es más importante que el conocimiento. - Albert Einstein

16. No conozco a ningún músico que se haya arrepentido de serlo. Sin importar las decepciones que la vida te tenga reservadas, la música en sí no te defraudará. - Virgil Thompson

17. Quien mira afuera, sueña. Quien mira adentro, despierta. - Carl Jung

18. Sólo porque te haya pasado a ti no quiere decir que sea interesante. - Dennis Hopper

19. Si tocas una mala nota, corrígela con las que toques después. - Joe Pass

20. La fama es mejor como consecuencia que como meta. - Connor Freff Cochran

21. No creo que nadie robe nada. Todos tomamos prestado. - B.B. King

22. Cualquiera que forme un grupo, escriba canciones, publique discos y diga que no le importa si a los demás les gustan, es un completo mentiroso. - James Dean Bradfield

23. La música debería pasar a través de ti, dejar algo de ella dentro de ti y llevarse algo tuyo cuando se vaya. - Henry Threadgill

24. El momento más aterrador al escrbir es justo antes de comenzar. - Stephen King

25. Información no es conocimiento. Conocimiento no es sabiduría. Sabiduría no es verdad. Verdad no es belleza. Belleza no es amor. Amor no es música. La música es lo mejor. - Frank Zappa
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Notas relacionadas:

18 de enero de 2009

Sin dinero da miedo, ¿verdad?

Un comentario que escuché mucho en recientes fechas navideñas es el que asegura que el año 2009 viene con dura recesión. Parece inminente que me afectarán la caída bursátil en Wall Street, el peor índice de inflación en Latinoamérica, un presupuesto nacional disminuido, un recorte en el cupo de divisas en Venezuela, y nuevos impuestos que seguro vienen.

Y yo me dedico a escribir y cantar canciones. Es como para que a mi papá le dé otro ataque de pánico. El primero lo tuvo cuando yo aún no me graduaba de la universidad y se me ocurrió comprarme un sintetizador último modelo en efectivo y sin previa consulta, aunque el dinero era mío. Cuando me preguntó cuánto había costado y escuchó mi respuesta -"Tres mil dólares"-, me hizo sentarme para tener una de las conversaciones más serias entre padre e hijo que recuerdo.

Hasta entonces, mi papá tenía un hijo con gusto por la música, que se reunía con amigos del vecindario a tocar después de clases y que ocasionalmente lo hacía sentir orgulloso en algún recital de aficionados. Él y mi mamá siempre apoyaban mis incursiones, pero gastarme una fortuna en un instrumento profesional estudiando yo para ser un docente de idiomas era un acto incoherente y extremo que le disparó la alarma a mi viejo. El que yo pudiera dedicarme por completo a lo musical era sin duda algo que él no había considerado en serio, y supongo que el nivel de seriedad dependía de cuánto dinero se gastaba. Sin embargo, Tiburcio -así bauticé al famoso sintetizador (sí, les pongo nombres a mis teclados)- me retornó la inversión monetaria con creces. Todo lo musicalmente impensable lo hice con él, el primer disco, la primera gira. No me hizo millonario, pero me ayudó a demostrar el nivel de seriedad de mi vocación y la posibilidad de tener mis propios ingresos como artista.

Ahora, unos 20 años después, el temor parece volver. Ahora soy yo papá, y sigo siendo cantautor independiente en una economía inestable donde impera la piratería de discos, son reducidas las opciones de trabajo musical y la competencia es mayor. Es como para aterrarse y desistir, ¿no? Pues, resulta que ahora es cuando más feliz me siento haciendo lo que hago, y cuando más bendigo mis talentos y el conocimiento de mis limitaciones y posibilidades. Temer al fracaso o a la pobreza sería algo que me frenaría, y no me quiero frenar.

Además, la recesión es un estado mental.
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