Septiembre 30, 2012: Es el día de la última marcha en Caracas en apoyo a Henrique Capriles Radonski como candidato opositor a la presidencia de Venezuela, y yo salgo sin otra compañía que la de mi modesta cámara de bolsillo a registrar la experiencia.
Ya había intentado en ocasiones anteriores hacer un video de mi canción Déjame en paz, un tema de protesta que comencé a escribir justamente para expresar mi descontento en el marco de las elecciones presidenciales de 2006; pero nunca tuve el tiempo y los recursos para materializarlo.
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1 de octubre de 2012
Caminando y cantando con Capriles Radonski
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luiser
Caminando y cantando con Capriles Radonski
2012-10-01T11:59:00-04:30
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8 de agosto de 2012
El himno a juro
Aún hay mucha gente que aborrece la payola; es decir, eso de que algunos artistas paguen para que sus canciones suenen en radio o sus videos se vean en TV.
Pero en Venezuela ocurre algo similar que nadie ha salido a criticar enérgicamente; al menos no ha sido crítica directa y pública de algún músico o cantante que yo conozca a nivel local.
Resulta que hay una canción que, por ley, cada venezolano está obligado a escuchar al menos dos veces al día, los 365 días al año, si se escucha radio o se ve televisión como hábito. El título de la canción: Gloria al bravo pueblo. Sí, el himno nacional de Venezuela.
Pero en Venezuela ocurre algo similar que nadie ha salido a criticar enérgicamente; al menos no ha sido crítica directa y pública de algún músico o cantante que yo conozca a nivel local.
Resulta que hay una canción que, por ley, cada venezolano está obligado a escuchar al menos dos veces al día, los 365 días al año, si se escucha radio o se ve televisión como hábito. El título de la canción: Gloria al bravo pueblo. Sí, el himno nacional de Venezuela.
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El himno a juro
2012-08-08T19:51:00-04:30
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22 de marzo de 2011
El artista que olvida su rebeldía
Los artistas somos rebeldes por naturaleza. Como sea que ocurra, el cerebro se nos programa para intentar hacer las cosas de la manera menos convencional posible. Es una obsesión por ser distintos, por innovar, iniciar, liderar, cambiar tendencias, renovar estilos, revolucionar, probar que otras formas son válidas y meritorias, romper patrones, revolver paradigmas, refrescar métodos, mezclar lo inmezclable, decir lo indecible, pintar lo inimaginable, cantar el tabú, bailar la indecencia, personificar la fantasía, esculpir el agua, fotografiar lo que nadie ve.
Hacer lo que nadie haga.
Hacer lo que nadie se atreva a hacer.
La rebeldía se fundamenta en la premisa de que las cosas no las tenemos que hacer como los demás las hacen, y un justificativo es que no hay justificativo para invalidar esa posición.
Hacer lo que nadie haga.
Hacer lo que nadie se atreva a hacer.
La rebeldía se fundamenta en la premisa de que las cosas no las tenemos que hacer como los demás las hacen, y un justificativo es que no hay justificativo para invalidar esa posición.
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El artista que olvida su rebeldía
2011-03-22T15:39:00-04:30
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22 de septiembre de 2010
4 cosas que me digo para curarme la vanidad de artista
Llamar la atención es algo inevitable e inherente de mi trabajo (también algo incómodo para mí), pues desde hace unos siglos crear música se ha vuelto una labor egocéntrica, que involucra una competencia por ser el objeto del deseo de un público que nos quiera en escena, nos busque en prensa, nos quiera en retrato, nos dé su aceptación (su dinero, si prefieren el eufemismo).
Arte y artista son inseparables, pero en una era en la que todo parece seguir principios de mercadotecnia, es fácil llegar a un desequilibrio. Muchas veces parece que lo más importante es la persona y no lo que ella crea; la marca y no el producto. Es común ver acentuada la personalidad y no la canción; el ruido y no la música; incluso el escenario y no el auditorio.
Compartir algún talento especial puede inspirar admiración y provocar lenta o súbitamente lo que llaman fama. Y ser admirado y/o famoso puede alimentar la autoestima (aunque muchas veces provoca el efecto contrario).
Pero cuando un fenómeno así nos agarra sin control, podemos sucumbir a la vanidad, algo que puede iniciar un proceso de autodestrucción si un artista no lo supera.
Lo he vivido. Me ha llegado el halago escrito en una servilleta al tocar en un bar; me ha saltado encima la jovencita para besarme al bajar de un escenario; he visto mi foto en periódicos; he recibido la felicitación a diario; me han pedido el autógrafo; he sentido el aplauso; he visto las sonrisas cuando aparezco; he escuchado cosas que me honran en lo más profundo. Independientemente de la calidad de lo que hago, conocidos y extraños me han hecho sentir como un Beatle.
Y he sucumbido a veces. Cuando notas que te quieren ver y oír, cuando te satisface esa atención que te hace sentir deseado y querido, sin darte cuenta, buscas que la rueda no se detenga y terminas más bien atravesándote donde sea para que te den lo que antes te daban sin pedirlo. Es cuando el rechazo o la posibilidad de que te ignoren se vuelve intolerable. ¿Cómo se atreven a ignorarte si eres tan especial?
Entonces corres el riesgo de empezar a crear cosas con la intención de atraer y recibir, no de dar; y cuando un artista deja de dar como un acto genuino y sincero, empieza a desvanecerse.
Desde que retomé mi rol como solista hace dos años, y ahora promoviendo un nuevo disco, más y más gente se me acerca y me da aquello que hace cosquillas a mi vanidad. Y también he visto de cerca lo que es la decepción por causa de divismo, y la execración por causa de engreimiento.
Por eso trato de actuar en sintonía con algunos principios que me repito a diario para mantenerme ubicado entre todo el caos que involucra mi trabajo. Y esto es lo que me digo:
1. Soy un medio, no un fin. Canto mis experiencias y creencias, y estas son muy parecidas a las de otras personas que quizás quieren expresarlas como yo lo hago. Me escuchan porque se expresan a través de mí, no porque canto yo.
2. Soy otro más. La música existía antes de mí y otros artistas vendrán después de mi partida. Un millón de canciones se publican cada año. Cuando no escuchan las mías, escuchan las de otro compositor que tiene también el don de expresar y hacer sentir. Hay otros cantantes que inspiran. Hay otros instrumentistas que conmueven. Soy parte de una comunidad, no un competidor.
3. Aún me queda mucho por aprender. No lo sé todo y no puedo actuar como si así fuera. Admito mi ignorancia porque así inicio mi aprendizaje. Puedo ser digno de admiración, pero también reconozco y admiro a quien hace lo que yo no puedo, a quien hace cosas que me motivan a crecer.
4. Soy terrestre, no celestial. Aunque puedo hacer milagros (en el sentido más amplio del término), no soy un dios y no soy una estrella. También como y duermo; también río y lloro; también pago cuentas. Soy pariente y amigo, padre y amante, un ser con privacidad y también un ciudadano. Veo TV y voy a una tienda si necesito algo. Soy común; soy como todo el mundo. Simplemente tengo un talento en particular que me sube a una tarima, pero no soy más que nadie.
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Notas relacionadas:
Arte y artista son inseparables, pero en una era en la que todo parece seguir principios de mercadotecnia, es fácil llegar a un desequilibrio. Muchas veces parece que lo más importante es la persona y no lo que ella crea; la marca y no el producto. Es común ver acentuada la personalidad y no la canción; el ruido y no la música; incluso el escenario y no el auditorio.
Compartir algún talento especial puede inspirar admiración y provocar lenta o súbitamente lo que llaman fama. Y ser admirado y/o famoso puede alimentar la autoestima (aunque muchas veces provoca el efecto contrario).
Pero cuando un fenómeno así nos agarra sin control, podemos sucumbir a la vanidad, algo que puede iniciar un proceso de autodestrucción si un artista no lo supera.
Lo he vivido. Me ha llegado el halago escrito en una servilleta al tocar en un bar; me ha saltado encima la jovencita para besarme al bajar de un escenario; he visto mi foto en periódicos; he recibido la felicitación a diario; me han pedido el autógrafo; he sentido el aplauso; he visto las sonrisas cuando aparezco; he escuchado cosas que me honran en lo más profundo. Independientemente de la calidad de lo que hago, conocidos y extraños me han hecho sentir como un Beatle.
Y he sucumbido a veces. Cuando notas que te quieren ver y oír, cuando te satisface esa atención que te hace sentir deseado y querido, sin darte cuenta, buscas que la rueda no se detenga y terminas más bien atravesándote donde sea para que te den lo que antes te daban sin pedirlo. Es cuando el rechazo o la posibilidad de que te ignoren se vuelve intolerable. ¿Cómo se atreven a ignorarte si eres tan especial?
Entonces corres el riesgo de empezar a crear cosas con la intención de atraer y recibir, no de dar; y cuando un artista deja de dar como un acto genuino y sincero, empieza a desvanecerse.
Desde que retomé mi rol como solista hace dos años, y ahora promoviendo un nuevo disco, más y más gente se me acerca y me da aquello que hace cosquillas a mi vanidad. Y también he visto de cerca lo que es la decepción por causa de divismo, y la execración por causa de engreimiento.
Por eso trato de actuar en sintonía con algunos principios que me repito a diario para mantenerme ubicado entre todo el caos que involucra mi trabajo. Y esto es lo que me digo:
1. Soy un medio, no un fin. Canto mis experiencias y creencias, y estas son muy parecidas a las de otras personas que quizás quieren expresarlas como yo lo hago. Me escuchan porque se expresan a través de mí, no porque canto yo.
2. Soy otro más. La música existía antes de mí y otros artistas vendrán después de mi partida. Un millón de canciones se publican cada año. Cuando no escuchan las mías, escuchan las de otro compositor que tiene también el don de expresar y hacer sentir. Hay otros cantantes que inspiran. Hay otros instrumentistas que conmueven. Soy parte de una comunidad, no un competidor.
3. Aún me queda mucho por aprender. No lo sé todo y no puedo actuar como si así fuera. Admito mi ignorancia porque así inicio mi aprendizaje. Puedo ser digno de admiración, pero también reconozco y admiro a quien hace lo que yo no puedo, a quien hace cosas que me motivan a crecer.
4. Soy terrestre, no celestial. Aunque puedo hacer milagros (en el sentido más amplio del término), no soy un dios y no soy una estrella. También como y duermo; también río y lloro; también pago cuentas. Soy pariente y amigo, padre y amante, un ser con privacidad y también un ciudadano. Veo TV y voy a una tienda si necesito algo. Soy común; soy como todo el mundo. Simplemente tengo un talento en particular que me sube a una tarima, pero no soy más que nadie.
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4 cosas que me digo para curarme la vanidad de artista
2010-09-22T02:11:00-04:30
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16 de marzo de 2010
Borroso
Una vez me vi borroso en el espejo, pero mi vista estaba bien. Lo que pasaba era que mi yo real y mi yo aparente no coincidían. Iban juntos, pero se solapaban; no encajaban a perfección para que mi imagen fuera nítida.
La distorsión se me ha ido curando mientras menos me repito "Es que yo no soy así" cuando hago algo que me contradice la esencia.
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Borroso
2010-03-16T12:53:00-04:30
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