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18 de septiembre de 2017

Estoy bien (nueva canción)

Fueron ocho meses sin publicar nota alguna. A mediados de enero de este año, mi rol de vida como artista musical se vino a su mínima expresión. Primero me desconcentraron varios conflictos personales (cuatro, si los cuento; demasiados para alguien que nunca los tiene). Luego, los cuatro meses de protestas en calle para lograr un cambio de gobierno urgente que no ocurrió como se esperaba, me consumieron física y mentalmente en un grado extremo.

En lo que va de 2017, sólo he pisado escenario en una oportunidad. Esto y la preproducción de un concierto tributo a Rush que debió suspenderse por los peligros y la falta de ánimo en un período de asesina represión dictatorial, han sido prácticamente mis únicas tareas en torno a presentaciones. El año ha sido horrible, lo podrían decir.

Hay agravante: la crisis económica y social, aparte de la política. Todo prójimo a mi alrededor tiene como principal preocupación evitar que él y sus seres queridos se mueran por hambre, enfermedad o asesinato. Podría detallar la gravedad de la situación en mi país, pero ya está descrita en sitios de noticias por doquier, e incluso a través de fotos que he publicado en mi perfil de Instagram y de reclamo verbal en Twitter; no quiero redundar con lo trágico.

Lo que sí quiero es dejar claro que todo me afectó al punto tal de ponerle un cobertor al piano y no volverlo a tocar. Si bien intenté siempre inspirar fortaleza y optimismo en días crueles, después de compartir palabras de aliento y solidaridad, al final de cada jornada de batalla urbana, me cacheteaban la falta de paz; los pulmones irritados por el gas lacrimógeno podrido; la piel quemada por el sol que acompañaba cada kilómetro de marcha arriesgada que me castigaba músculos y nervios; el saldo de mis ahorros haciendo dieta en la bóveda del banco; la desesperanza y el temor en la mirada de mis padres; la ansiedad y el llamado silente de protección velados en los juegos de mi hijo conmigo; el grito callado repentinamente de jóvenes que cayeron asesinados a metros de mí.

4 de mayo de 2015

Un ídolo es para siempre (Episodio Final)

Después de un mes de receso, en el que la pausa por Semana Santa se debía respetar, retomamos la gira "Un ídolo es para siempre" de Guillermo Dávila con algunas variantes que la volvió más estimulante.

Por un lado, la ausencia (por razones personales) de Marycel González, una de nuestras coristas, debió compensarse con la llegada de María José Serrano, otra encantadora vocalista que ahora tenía que aprenderse todo el repertorio y unírsenos a su hermana Mariana y a mí en esa función de acompañar con voces a Guillermo (¡ahora seríamos tres Serrano haciendo lo mismo!). Por otra parte, Dávila le pidió a Mariana sumar su talento como flautista y ponerle ese toque sutil y sensible a un tema como Ves como es, casualmente un favorito que tenemos en común.

9 de enero de 2015

Música en tiempos de crisis (en Venezuela)

Días en que un músico que crea y comparte canciones como yo, se cuestiona la relevancia y la prioridad de lo que hace. Es un estado de parálisis en el que me veo a mí mismo y a otros colegas en Venezuela porque todos nos encontramos igualmente abrumados por una realidad de la que nadie aquí puede escapar.

Hoy es virtualmente imposible salir de esta tierra de manera espontánea porque las aerolíneas internacionales están peleadas por dinero con el gobierno y redujeron sustancialmente el número de vuelos; y ya no es práctico y rentable para productores de shows en el exterior llevarme a tocar. Además, es común ver anuncios de reembolso de dinero por unas pocas entradas a espectáculos que no logran atraer público y se cancelan o posponen, no porque la gente no quiera ir, sino porque, repito, las prioridades son otras en un país ahogado en inflación y devaluación históricas, y los productores ya no pueden perder más dinero.

18 de enero de 2009

Sin dinero da miedo, ¿verdad?

Un comentario que escuché mucho en recientes fechas navideñas es el que asegura que el año 2009 viene con dura recesión. Parece inminente que me afectarán la caída bursátil en Wall Street, el peor índice de inflación en Latinoamérica, un presupuesto nacional disminuido, un recorte en el cupo de divisas en Venezuela, y nuevos impuestos que seguro vienen.

Y yo me dedico a escribir y cantar canciones. Es como para que a mi papá le dé otro ataque de pánico. El primero lo tuvo cuando yo aún no me graduaba de la universidad y se me ocurrió comprarme un sintetizador último modelo en efectivo y sin previa consulta, aunque el dinero era mío. Cuando me preguntó cuánto había costado y escuchó mi respuesta -"Tres mil dólares"-, me hizo sentarme para tener una de las conversaciones más serias entre padre e hijo que recuerdo.

Hasta entonces, mi papá tenía un hijo con gusto por la música, que se reunía con amigos del vecindario a tocar después de clases y que ocasionalmente lo hacía sentir orgulloso en algún recital de aficionados. Él y mi mamá siempre apoyaban mis incursiones, pero gastarme una fortuna en un instrumento profesional estudiando yo para ser un docente de idiomas era un acto incoherente y extremo que le disparó la alarma a mi viejo. El que yo pudiera dedicarme por completo a lo musical era sin duda algo que él no había considerado en serio, y supongo que el nivel de seriedad dependía de cuánto dinero se gastaba. Sin embargo, Tiburcio -así bauticé al famoso sintetizador (sí, les pongo nombres a mis teclados)- me retornó la inversión monetaria con creces. Todo lo musicalmente impensable lo hice con él, el primer disco, la primera gira. No me hizo millonario, pero me ayudó a demostrar el nivel de seriedad de mi vocación y la posibilidad de tener mis propios ingresos como artista.

Ahora, unos 20 años después, el temor parece volver. Ahora soy yo papá, y sigo siendo cantautor independiente en una economía inestable donde impera la piratería de discos, son reducidas las opciones de trabajo musical y la competencia es mayor. Es como para aterrarse y desistir, ¿no? Pues, resulta que ahora es cuando más feliz me siento haciendo lo que hago, y cuando más bendigo mis talentos y el conocimiento de mis limitaciones y posibilidades. Temer al fracaso o a la pobreza sería algo que me frenaría, y no me quiero frenar.

Además, la recesión es un estado mental.
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