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6 de enero de 2016

Mi 2015 en 115 tweets (2)


Sigue el resumen con esta segunda entrega. La primera parte está aquí: Mi 2015 en 115 tweets (1). Espero que se entretengan :)

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5 de enero de 2016

Mi 2015 en 115 tweets (1)

Esta vez este resumen es más exhaustivo. 2015 me llevó a compartir más reflexiones, incluso en algo que se me ocurrió llamar "tweet de medianoche", un reto al pensamiento y a mi capacidad de improvisar algo de la nada justo a esa hora del día, para inspirarme y motivar. 2015 me movió a recordar canciones mías, publicadas o no, y citar alguno de sus versos; a compartir más de los entretelones de mi oficio; a sacar más del cínico que hay en mí; a celebrar y cuestionar; y a desnudar mi vulnerabilidad física. 2015 fue intenso y no pude seleccionar menos de 115 escritos para ilustrarlo. La intención es entretenerlos e inspirarlos también, así que aquí va la primera tanda de ellos.

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4 de mayo de 2015

Un ídolo es para siempre (Episodio Final)

Después de un mes de receso, en el que la pausa por Semana Santa se debía respetar, retomamos la gira "Un ídolo es para siempre" de Guillermo Dávila con algunas variantes que la volvió más estimulante.

Por un lado, la ausencia (por razones personales) de Marycel González, una de nuestras coristas, debió compensarse con la llegada de María José Serrano, otra encantadora vocalista que ahora tenía que aprenderse todo el repertorio y unírsenos a su hermana Mariana y a mí en esa función de acompañar con voces a Guillermo (¡ahora seríamos tres Serrano haciendo lo mismo!). Por otra parte, Dávila le pidió a Mariana sumar su talento como flautista y ponerle ese toque sutil y sensible a un tema como Ves como es, casualmente un favorito que tenemos en común.

25 de marzo de 2015

Un ídolo es para siempre (Episodio 3)

Iba a seguir la historia hace un rato, pero el cansancio de medianoche me llevó a la cama y a revisar mensajes en mi teléfono. Fue cuando vi el saludo de Guillermo desde Florida y, después de hablarnos brevemente, me animé a tomar la laptop y escribir.

El 18 de marzo pasado celebró su cumpleaños y no pude acercarme al sitio en que mánagers, gente de producción y amigos cercanos festejarían con él, porque ese día estaba yo más de papá, compartiendo un necesario y largo rato con mi hijo. Dos días después, el 20, le tocaba a mi pequeño celebrar su día natal y mi presencia se invirtió, pues era fecha de concierto con Guillermo, y apenas tuve chance de abrazar y saludar a mi niño por unos breves segundos al verlo justo antes de entrar a su salón de clases en la mañana. El resto del día lo dediqué a acompañar a Dávila en la siguiente presentación de la gira "Un ídolo es para siempre", esta vez en San Antonio de los Altos, una urbe satélite de Caracas.

19 de marzo de 2015

Un ídolo es para siempre (Episodio 2)

La gira "Un ídolo es para siempre" de Guillermo Dávila, que continuó su recorrido en dos ciudades más de Venezuela, Pampatar (Nueva Esparta) el 13 de marzo, y Acarigua (Portuguesa) el 14 de marzo, ha resultado para mí el más caótico y quizás agridulce tour en el que he participado.

Las condiciones en las que hemos tratado de trabajar son reflejo de la situación en la que se ha sumergido mi país, una de compleja inestabilidad, quebrantable ética, casi insorteable mediocridad, difícil rentabilidad, y agobiante incertidumbre. La eficiencia y la calidad de un espectáculo que se intenta llevar por varias ciudades, se ven amenazadas constantemente por factores culturales y económicos en creciente deterioro.

11 de marzo de 2015

Un ídolo es para siempre (Episodio 1)

Guillermo se enfermó gravemente mientras hacía promoción en San Juan de Puerto Rico para un concierto que daría unos días después en esa ciudad. Nicky, director musical de su banda, en la que estoy como tecladista y corista, nos avisó en privado a través de un grupo que tenemos en WhatsApp. Desde ese momento, las noticias sólo las recibíamos de inmediato por medio de Nicky y, por mi parte, me tocó ser lo más discreto posible a la hora de responder a numerosos mensajes que me llegaban desde varias ciudades del mundo a través de redes sociales preguntando por su estado de salud.

7 de enero de 2013

De cuando Guillermo Dávila se afeitó en mi baño

En la noche de un martes de octubre de 2011, me llamó Nicky Scarola con la urgencia de hallar a un tecladista que viajara para tres conciertos en menos de 48 horas. Luego amanecí el miércoles siguiente estudiando 18 canciones de Guillermo Dávila y, después de dormir unas pocas horas en la tarde, lo conocí en persona para un ensayo fugaz antes de la partida. El jueves ya estábamos en el avión.

8 de agosto de 2009

De cuando Carlos Jaeger me hizo cantar jazz

Las vueltas que da la vida me llevaron a conocer a Carlos Jaeger en 1992, cuando pasé a ser el tecladista/corista de su banda acompañante Solamente Todos en ese entonces. Tras otras tantas vueltas más, conciertos y horas de discusión en salas de ensayo, y las experiencias que profundizan una amistad y una comunión musical, me vi luego tomando con él la batuta en la creación de su segundo disco, Claroscuro, para mí un valioso esfuerzo creativo hecho en Venezuela que aún no se conoce masivamente.

Carlos tiene el don de escuchar música en las cosas que lee. Es un tipo muy apasionado y dedicado con lo que crea, y su repertorio es una amalgama de vivencias intensas expresadas con ritmos variados y arreglos casi teatrales que hacen de su show personal una experiencia muy estimulante.

Producir
Claroscuro exigió de mí mucha comunicación "metamusical" con Carlos y fue quizás esa capacidad de traducir sus ideas en un disco lo que me enriqueció como productor y arreglista. Y esa simbiosis que desarrollamos durante el proyecto la quiso él plasmar entre sus canciones al tener el gesto de invitarme a compartir la voz principal en una de ellas, una peculiar tonada con aire de jazz titulada Siente (más abajo hallarán un reproductor con esta y otra canción de Claroscuro).

Nos quedó el gusto de cantar juntos y, tras terminar las sesiones de grabación y mezcla en el estudio, las ganas de salir a tocar nos surgieron por igual. Yo me encontraba aún promoviendo mi disco Morfeo en radio y TV, y todavía me costaba conseguir el financiamiento de la gira para la cual ya mi banda estaba ensayada. De repente surgió la idea natural de subir a escenarios Carlos y yo para dar recitales íntimos y sin mucha parafernalia de producción. Creo que fue idea de él; no recuerdo.

El entusiasmo fue inmediato y los ensayos de Directo y sin enchufes en mi casa fueron muy creativos, porque teníamos que reducir arreglos de muchos instrumentos a apenas dos, y cuidar que sus canciones y las mías tuvieran en lo posible un sonido similar para darle más unidad al repertorio.

De esa etapa conseguí el video que aquí incluyo, hecho con recursos muy limitados y casi de manera improvisada. Su propósito era vender nuestro show a promotores y patrocinantes. Me dio nostalgia verlo ¡y pena también! Son algo torpes mis comentarios, pero es algo de historia personal que me da placer compartir con ustedes. Espero tener una copia de mejor calidad para incluirla en un DVD mío planificado para el año que viene. Ahora busquen algo de tomar y gócense esto.


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27 de mayo de 2009

Luiser ya es trío

Aunque me llaman "solista", en realidad prefiero subirme a un escenario con otros músicos que me acompañen porque, primero, necesito esa energía que me atrevo a comparar con la que deben sentir los deportistas que juegan en equipo o los bailarines que realizan coreografías en grupo; segundo, porque mis canciones me gustan más cuando se interpretan a varios instrumentos; tercero, es más gratificante compartir el éxito de un show; y, cuarto, mi terror escénico se atenúa.

Pero sólo me gusta tocar con amigos que adoptan mis temas como suyos también y que hacen del ensayo, la discusión, el viaje, la prueba de sonido y el imprevisto en tarima una experiencia entre personas que disfrutan mucho estar juntas. Y muchas de esas amistades que me han honrado como acompañantes o que pudieran darme el privilegio de unir su musicalidad a la mía, se encuentran ahora más apartadas geográficamente.

Por un tiempo fui postergando -más bien evitando- el proceso de tener que someter a otros músicos a ese estudio analítico de quien busca la pareja ideal, hasta ahora, que es cuando las ganas de hacer conciertos me han vuelto con más fuerza que nunca, y cuando mucha más gente me pide a diario que lo haga.

El asunto es que desde hace mucho quería reducir la banda a un quinteto y esto implicaba conseguir a una mujer que cantara y tocara la guitarra, el teclado y algo de percusión menor, un capricho mío de siempre no muy fácil de satisfacer porque alguien así no es muy común. Pero me encontré a Maythe Guedes en Facebook y al tiempo terminé preguntándome cómo no la había invitado antes a acompañarme. Aparte de la expresiva y versátil voz que posee (de hecho, es una experimentada actriz de doblaje también), Maythe sabe decir cosas con una guitarra, es compositora, está grabando su propio disco y ha trabajado con gente con la que yo también he trabajado. Por otra parte, es un encanto de persona que ya conocía y apreciaba algo de mi música cuando le propuse tocar conmigo. Por suerte, aceptó con ese gran entusiasmo que tanto agradezco tener cerca y por fin pude yo decir "Ya somos dos".

Un par de semanas después, me llamó Francisco "Chicho" Tedesco para felicitarme por mi cumpleaños y la ocasión no podía ser más propicia: "Pana, estoy armando una nueva banda y, antes de buscar a otra persona, tenía que preguntarte a ti primero si quieres darle a la batería conmigo". Chicho, un gran amigo mío de hace más de 20 años, tocó la batería en mi primer disco, Morfeo, y juntos nos habíamos lanzado a muchas otras aventuras musicales. Tiene la virtud de dar todo de sí mismo cuando siente y cree en la música que toca, es prácticamente una institución en el circuito musical de Caracas, tiene la virtud de la sencillez y el don de la colaboración creativa, sabe mantener en ritmo mi tendencia a acelerarme, ¡y le encantan mis canciones! A mi pregunta, respondió con un rápido y emocionado "Cuenta conmigo".

Ahora somos tres y ya nos pican las manos por las ganas de iniciar los ensayos. Sin embargo, aún necesito conseguir a un bajista que domine un cinco cuerdas y cante, y a un guitarrista principal/corista que también se defienda con las teclas. La búsqueda continúa, pero me alegra poder decir que ¡ya somos un trío!
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12 de marzo de 2009

De cuando Trina Medina me echaba salsa encima

Mi papá me ayudó a conocer a los Rolling Stones, Tchaikovski y Barry White; pero su gusto se inclinaba más hacia lo afrocaribeño, desde Beny Moré hasta la Fania All Stars, pasando por los boleros de Tito Rodríguez, los merengues de Damirón y los danzones de la Sonora Matancera. Por supuesto, la Billo's y la Dimensión Latina me amenizaron muchos gratos momentos familiares y sirvieron para no fastidiarme haciendo mis tareas escolares. Crecí escuchando mucha salsa brava, y quizá fue algo que influyó en mí para preferir el funk de Earth Wind & Fire, el blues de los Doobie Brothers y el aparente caos de Yes.

Estas tendencias las seguí cuando comencé a prepararme como músico y fui alimentando un respeto hacia todo lo que tuviera que ver con salsa y derivados porque, simplemente, zapatero a su zapato. Ya se me hacía muy exigente dedicarme a entender lo complejo de esos estilos para poder dominar montunos y guajeos en piano cuando en realidad yo gozaba más dándole chacachán a la guitarra eléctrica.

Pero, gracias a uno de esos giros de destino que uno mismo se causa, me encontré de repente tocando bolero, danzón, bachata y guaguancó junto a Carlos Jaeger y luego, siguiendo esa onda de hacer todo lo que antes parecía prohibido para mí, y sin recordar ahora como fue, me vi dirigiendo la banda que acompañaría a la venezolana Delia en la promoción de su reciente disco de... eeeh... ¡boleros! Y, por si fuera poco, terminé produciendo por primera vez un disco de salsa a lo Rubén Blades para Armando Mosquera, en compañía de un trabuco de cubanos que sabían más que nadie del asunto y que esperaban instrucciones mías detrás de la cónsola del estudio. Si no aprendía yo algo ahí, me retiraba.

Empecé a llevar una doble vida. Son en clave de día; Journey y James Brown de noche, o viceversa. Lo fascinante es que era muy divertido y enriquecedor. No obstante, aún me faltaba el doctorado que me haría cerrar el círculo y reencontrarme con parte de mis raíces de crianza musical. Una noche, Francisco Rojas, un excelente timbalero que conocí con Delia, me llama y me dice: "Trina Medina necesita a un tecladista que haga coros".

Fue alrededor de un año de escuela, de muchas primeras veces que me ayudaron luego a atreverme a lo que fuera. Trina me sorprendió con ese carácter fuerte que era imprescindible para mantener en cintura a veinte hombres en una sala de ensayo que disfrutaban siempre del chiste oportuno. Me vi entrompando, con sudor en las manos, partituras a primera vista --lo cual no hacía desde aquellos ratos de terror en el conservatorio-- y pretendiendo dominar una charanga al lado de veteranos de respeto como Cheo Rodríguez, Carlos Puchi, Daniel Somaroo, Nené Quintero y Gerardo López. Era la mujer que había grabado un dúo con Gilberto Santa Rosa, con esa voz de sonera auténtica e imponente que te atrapa y te lleva adonde quiere.

Y ahí estaba yo, con la melena de roquero a media espalda que me hacía el menos salsero de la orquesta; mi modesta experiencia y unos arreglos sencillos asignados a mí con el fin de darle esa pizca de crossover al estilo; mi dosis de especias para la salsa de Trina; mi oportunidad de aprender la humildad que recordaban --y la importante dimensión que podían tener-- unas pocas notas mías en un monumental arreglo que sumaba todas las cucharadas de energía intensa que brotaban de músicos unidos en contagiosísimo trance rítmico; la magia de profesionales de admirable talento que nunca se mostraban ni superiores ni inferiores, siempre cálidos, siempre vibrando con su pasión de vida. Ahí me vi frente auditorios que me parecían desafiantes con la confianza de estar bien acompañado y el orgullo de compartir escena con quienes mucho me enseñaron.

Trina y yo nos hicimos buenos amigos, en parte porque ella también tiene ese espíritu de roquera inconforme que inicialmente justificaba mi presencia en su orquesta. Es de esas salseras vanguardistas que hacen falta. Pero, la razón por la que cuento todo este episodio en mi viaje artístico es compartir con ustedes la grata sorpresa que fue para mí conseguir en YouTube un video de un concierto suyo en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, que yo no sabía que existía y cuyo audio forma parte de un CD en vivo que también desconocía. ¿Y por qué debía saber yo de su existencia? Pues, porque el tecladista y corista peludo en esa tarima soy yo.

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