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6 de enero de 2016

Mi 2015 en 115 tweets (2)


Sigue el resumen con esta segunda entrega. La primera parte está aquí: Mi 2015 en 115 tweets (1). Espero que se entretengan :)

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12 de marzo de 2009

De cuando Trina Medina me echaba salsa encima

Mi papá me ayudó a conocer a los Rolling Stones, Tchaikovski y Barry White; pero su gusto se inclinaba más hacia lo afrocaribeño, desde Beny Moré hasta la Fania All Stars, pasando por los boleros de Tito Rodríguez, los merengues de Damirón y los danzones de la Sonora Matancera. Por supuesto, la Billo's y la Dimensión Latina me amenizaron muchos gratos momentos familiares y sirvieron para no fastidiarme haciendo mis tareas escolares. Crecí escuchando mucha salsa brava, y quizá fue algo que influyó en mí para preferir el funk de Earth Wind & Fire, el blues de los Doobie Brothers y el aparente caos de Yes.

Estas tendencias las seguí cuando comencé a prepararme como músico y fui alimentando un respeto hacia todo lo que tuviera que ver con salsa y derivados porque, simplemente, zapatero a su zapato. Ya se me hacía muy exigente dedicarme a entender lo complejo de esos estilos para poder dominar montunos y guajeos en piano cuando en realidad yo gozaba más dándole chacachán a la guitarra eléctrica.

Pero, gracias a uno de esos giros de destino que uno mismo se causa, me encontré de repente tocando bolero, danzón, bachata y guaguancó junto a Carlos Jaeger y luego, siguiendo esa onda de hacer todo lo que antes parecía prohibido para mí, y sin recordar ahora como fue, me vi dirigiendo la banda que acompañaría a la venezolana Delia en la promoción de su reciente disco de... eeeh... ¡boleros! Y, por si fuera poco, terminé produciendo por primera vez un disco de salsa a lo Rubén Blades para Armando Mosquera, en compañía de un trabuco de cubanos que sabían más que nadie del asunto y que esperaban instrucciones mías detrás de la cónsola del estudio. Si no aprendía yo algo ahí, me retiraba.

Empecé a llevar una doble vida. Son en clave de día; Journey y James Brown de noche, o viceversa. Lo fascinante es que era muy divertido y enriquecedor. No obstante, aún me faltaba el doctorado que me haría cerrar el círculo y reencontrarme con parte de mis raíces de crianza musical. Una noche, Francisco Rojas, un excelente timbalero que conocí con Delia, me llama y me dice: "Trina Medina necesita a un tecladista que haga coros".

Fue alrededor de un año de escuela, de muchas primeras veces que me ayudaron luego a atreverme a lo que fuera. Trina me sorprendió con ese carácter fuerte que era imprescindible para mantener en cintura a veinte hombres en una sala de ensayo que disfrutaban siempre del chiste oportuno. Me vi entrompando, con sudor en las manos, partituras a primera vista --lo cual no hacía desde aquellos ratos de terror en el conservatorio-- y pretendiendo dominar una charanga al lado de veteranos de respeto como Cheo Rodríguez, Carlos Puchi, Daniel Somaroo, Nené Quintero y Gerardo López. Era la mujer que había grabado un dúo con Gilberto Santa Rosa, con esa voz de sonera auténtica e imponente que te atrapa y te lleva adonde quiere.

Y ahí estaba yo, con la melena de roquero a media espalda que me hacía el menos salsero de la orquesta; mi modesta experiencia y unos arreglos sencillos asignados a mí con el fin de darle esa pizca de crossover al estilo; mi dosis de especias para la salsa de Trina; mi oportunidad de aprender la humildad que recordaban --y la importante dimensión que podían tener-- unas pocas notas mías en un monumental arreglo que sumaba todas las cucharadas de energía intensa que brotaban de músicos unidos en contagiosísimo trance rítmico; la magia de profesionales de admirable talento que nunca se mostraban ni superiores ni inferiores, siempre cálidos, siempre vibrando con su pasión de vida. Ahí me vi frente auditorios que me parecían desafiantes con la confianza de estar bien acompañado y el orgullo de compartir escena con quienes mucho me enseñaron.

Trina y yo nos hicimos buenos amigos, en parte porque ella también tiene ese espíritu de roquera inconforme que inicialmente justificaba mi presencia en su orquesta. Es de esas salseras vanguardistas que hacen falta. Pero, la razón por la que cuento todo este episodio en mi viaje artístico es compartir con ustedes la grata sorpresa que fue para mí conseguir en YouTube un video de un concierto suyo en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, que yo no sabía que existía y cuyo audio forma parte de un CD en vivo que también desconocía. ¿Y por qué debía saber yo de su existencia? Pues, porque el tecladista y corista peludo en esa tarima soy yo.

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