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3 de diciembre de 2010

Ayuda Pana

Hay mucha gente sin casa en Venezuela como consecuencia de una fuerte vaguada en las últimas semanas, y este es un modesto video que preparé para motivar las donaciones y la asistencia. Ayuda donando lo necesario o asistiendo con tus capacidades. Hay centros de acopio en todas partes. Infórmate a través de entes como la Cruz Roja y Protección Civil, y a través de canales de TV como Globovisión.



8 de septiembre de 2010

Si no estás (Episodio 2)

A medida que pasan los años, me demoro más para terminar una canción. Cuando comencé de jovencito a componer, a veces tenía temporadas en que podía hacer una tonada a diario. Ahora pienso y repienso cada nota, cada acorde y cada ritmo, y me puedo tardar meses o años en concluir una idea.

No es que ahora me obsesione más el ser original o perfeccionista; es que después de tantos años escuchando y tocando de todo, me es más difícil crear algo que me suene fresco, desafiante y sensible. Todo me suena a dos mil canciones que he oído por ahí, o a cosas incomprensibles que no me hacen sentir nada.

Me pasó en un principio con Si no estás, un tema del que les hablé hace más de un año. A pesar de la que considero una bonita historia detrás de la canción y de lo emocionante que es la iniciativa de grabarla con Melissa Munster a distancia, más lento no he podido trabajar para materializar el proyecto.

Varias veces me sentaba al piano y me salían cosas que me gustaban, pero después de horas, me hastiaba. No buscaba los acordes perfectos ni la melodía inolvidable. Yo buscaba algo que le es muy difícil describir a un compositor. Es esa combinación de cosas que podríamos escuchar 100 veces seguidas sin aburrirnos y con el mismo sentimiento.

Adapté la letra para que tuviera otra rítmica y el asunto mejoró, pero aún no daba con el estilo. ¿Una balada? ¿Algo a medio tiempo? ¿Rock & roll? ¿Qué le gustaría cantar a Melissa? ¿Qué podía hacer que no chocara con su personalidad como artista? ¿Cómo conciliar mi persona con la de ella sin tenerla al lado? ¿Cómo expresar sentimientos de frustración y tristeza, y a la vez provocar una sonrisa?

Ah, y la melodía que me saca la lágrima. La mayoría de mis canciones tienen al menos un par de segundos que me provocan una lágrima. No es exageración y quizás lo que he grabado no les provoque algo similar, pero es una exigencia personal. Si la canción tiene ese mínimo instante que me conmueve, la grabo. Si aún no lo tiene antes de encerrarme en el estudio, busco crearlo. Si falta en definitiva, la canción pasa a ser de esas que llamo "de entrenamiento" y nadie más la escucha.

A la 1 de la mañana del domingo pasado, probé de nuevo y pasó. La lágrima...

En la tarde empecé a grabar y no me quise detener más. En la noche estaba ya haciendo escándalo con la batería. No quería dormir. El lunes, el bajo eléctrico y la lágrima se acompañó de sonrisa. Quería grabar la voz, dejar la melodía; pero he estado padeciendo de ronquera y tos desde la semana pasada. No me importó. Sabiendo que no sería una interpretación satisfactoria, no usé mi mejor micrófono; no me importaba la calidad de la grabación; sólo quería grabar. Ya eran las 11 de la noche y no estaba cansado. Mientras me tomaba algo, me comuniqué con ella en Twitter:
¡Mel, estoy grabando la canción en la que te quiero! Creo que es una de las mejores que he hecho en mi vida. ¿Aún quieres grabar conmigo? Sé que me he tardado.
El martes amanecí con una canción nueva y esperando la respuesta de mi co-intérprete, y llegó. Que sí, que se la enviara. Y la envié, y entonces me percaté de un detalle: ¡¿Y SI NO LE GUSTA?!

Mientras esperaba su feedback, me permití maravillarme de nuevo con el proceso. No conozco en persona a Melissa; ni siquiera sé de qué le gustan los tacos, y mucho ignora ella de mí también. Pero allí estaba yo experimentando lo mágico de crear algo muy mío y sentido para luego hacerlo volar a un rincón desconocido en México, en minutos, a la única otra persona que ha escuchado esta canción hasta ahora; una extraña que no lo es tanto, porque la conexión musical está.

Y le encantó. Le gustó mi versión cruda, ronca y desafinada, sin retoques de estudio. Son momentos así que me recuerdan lo tanto que adoro mi oficio.

Ahora es cuestión de coordinar agendas para seguir con la producción. Melissa es muy activa con su música y yo sigo en tantas cosas también, en especial ahora que estoy promoviendo mi nuevo disco. Pero sigo con la confianza --que es la de ella también-- en que resultará algo que nos gustará y que la gente apreciará.

Canciones abundan, y esta no es sino otra más, pero es mía y hay magia detrás de ella, y es lo que celebro y comparto con ustedes, que son quienes motivan y me acompañan del otro lado. Aquí les dejo una pequeña muestra de la maqueta que escuchó Melissa. Cuando la canción lo decida, se volverá versión definitiva y entonces la escucharán toda. Gracias siempre por estar allí.

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29 de octubre de 2009

De cuando Claudio Corsi me llevó a Viña del Mar

Entre mis talentosos amigos, hay varios que siempre me hacen sentir sana envidia cuando los escucho cantar; por la expresividad, el rango y el perfecto control que tienen de sus instrumentos vocales; y por la afortunada coincidencia de ser también geniales compositores con profunda sensibilidad.

Uno de ellos es el venezolano Claudio Corsi, un gigante carismático con la humildad y el tesón que contagian. Con él tuve la fortuna de compartir instantes en tarima y en estudio, y con él viví la impresión que me causó alcanzar un Si con mi maleducada voz en una clase de canto que tomábamos en casa de Janice Williams (por cierto, esa nota no me ha salido más).

Pero la experiencia más trascendental de mi historia común con Claudio la tuve cuando sus dones de intérprete y compositor lo hicieron merecedor de representar a Venezuela en el Festival de Viña del Mar en 1996. Me refiero a la competencia internacional de canción y canto que forma parte del evento y que se ha vuelto una especie extinta en las transmisiones televisivas que salen de la famosa localidad chilena.

Pocos en mi país saben o se acuerdan de eso, pero así fue. Claudio presentó Vida, la hermosa canción que compuso junto a Ángelo Sebastiano; y los músicos del festival lo acompañaron con el único arreglo orquestal que he hecho en mi vida (hablando de vida).

A los arreglistas no los invitaron a asistir, pero ahí estuve con mi admirado amigo, a través de notas musicales dejadas por mí en partituras que leyeron personas desconocidas en una ciudad lejana, en vivo ante miles de oídos desconocidos; ahí estuve porque mi pensamiento acompañaba el de muchos otros que querían ver apreciada en otras latitudes la musicalidad de alguien que merece reconocimiento.

Claudio no ganó.
No se dijo mayor cosa en Venezuela.
Claudio siguió trabajando.
Claudio se fue de Venezuela.
A Claudio lo extrañamos muchos.

De repente grabó uno de los discos más impecables que he escuchado, y gente en otro país nominó a Claudio a un Grammy Latino como mejor nuevo artista.

Al saberlo, lloré de emoción, no por el premio potencial ni por el cambio de curso que ello implica para muchos artistas, sino porque recordé cuando grabábamos en su casa entre sueños e ideales, y porque no estaba cerca para el abrazo de felicitación. La entrega será el próximo 5 de noviembre y no sé si ganará; pero ahí estaré con él en Las Vegas, otra vez como alma polizona, orgullosa y solidaria.


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8 de agosto de 2009

De cuando Carlos Jaeger me hizo cantar jazz

Las vueltas que da la vida me llevaron a conocer a Carlos Jaeger en 1992, cuando pasé a ser el tecladista/corista de su banda acompañante Solamente Todos en ese entonces. Tras otras tantas vueltas más, conciertos y horas de discusión en salas de ensayo, y las experiencias que profundizan una amistad y una comunión musical, me vi luego tomando con él la batuta en la creación de su segundo disco, Claroscuro, para mí un valioso esfuerzo creativo hecho en Venezuela que aún no se conoce masivamente.

Carlos tiene el don de escuchar música en las cosas que lee. Es un tipo muy apasionado y dedicado con lo que crea, y su repertorio es una amalgama de vivencias intensas expresadas con ritmos variados y arreglos casi teatrales que hacen de su show personal una experiencia muy estimulante.

Producir
Claroscuro exigió de mí mucha comunicación "metamusical" con Carlos y fue quizás esa capacidad de traducir sus ideas en un disco lo que me enriqueció como productor y arreglista. Y esa simbiosis que desarrollamos durante el proyecto la quiso él plasmar entre sus canciones al tener el gesto de invitarme a compartir la voz principal en una de ellas, una peculiar tonada con aire de jazz titulada Siente (más abajo hallarán un reproductor con esta y otra canción de Claroscuro).

Nos quedó el gusto de cantar juntos y, tras terminar las sesiones de grabación y mezcla en el estudio, las ganas de salir a tocar nos surgieron por igual. Yo me encontraba aún promoviendo mi disco Morfeo en radio y TV, y todavía me costaba conseguir el financiamiento de la gira para la cual ya mi banda estaba ensayada. De repente surgió la idea natural de subir a escenarios Carlos y yo para dar recitales íntimos y sin mucha parafernalia de producción. Creo que fue idea de él; no recuerdo.

El entusiasmo fue inmediato y los ensayos de Directo y sin enchufes en mi casa fueron muy creativos, porque teníamos que reducir arreglos de muchos instrumentos a apenas dos, y cuidar que sus canciones y las mías tuvieran en lo posible un sonido similar para darle más unidad al repertorio.

De esa etapa conseguí el video que aquí incluyo, hecho con recursos muy limitados y casi de manera improvisada. Su propósito era vender nuestro show a promotores y patrocinantes. Me dio nostalgia verlo ¡y pena también! Son algo torpes mis comentarios, pero es algo de historia personal que me da placer compartir con ustedes. Espero tener una copia de mejor calidad para incluirla en un DVD mío planificado para el año que viene. Ahora busquen algo de tomar y gócense esto.


luiser
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16 de junio de 2009

Si no estás (Episodio 1)

Su voz mezcla el gusto del pop con la irreverencia y la actitud del rock & roll en una mujer que puede ser tan femenina como "monstruosa". No entendía mucho su persona como artista musical, aunque me recordara a la Madonna recién llegada y me hiciera ver a una Pink mexicana que sabía llamar la atención con lo extravagante de su imagen y lo alusivo de su apodo. Pero sus canciones se me pegaron al instante y me hicieron acercarme. Así me hice fan de Melissa Munster a través de MySpace.

Lo grato fue descubrir que Melissa es de esos artistas que se comunican con la gente y que también suelen compartir con sus seguidores los altibajos de su carrera. Y, cuando un incendio dejó a su talentosa banda Gato Negro con instrumentos inservibles, las posibilidades de tocar mermadas y los conflictos que llevan al litigio, descubrí a la cantautora vulnerable que puede agobiarse con desesperanza y desmotivación, enojo y frustración. Entendí entonces su persona: una mujer cantante que debe lidiar con monstruos internos y externos a través de sus canciones.

Nos hicimos amigos, amistades por común profesión e iguales inquietudes y necesidades; y me comenzó a rondar por la cabeza la idea de proponerle grabar una canción juntos algún día, sólo como una experiencia simbólica de lo enriquecedor que ha podido ser sabernos con la misma búsqueda personal como artistas. Luego Melissa sufrió otra decepción profesional como consecuencia de un posible trato con una disquera en México y, viendo yo en ella las desilusiones que también he vivido y que no dejan de surgir de vez en cuando, le escribí un mensaje para animarla.

Pero esa noche estaba yo desanimado también y comencé a hacer una canción:

cuando tus sueños de infancia desertan
y tus superpoderes se neutralizan
bañas la cama en llanto
y las paredes sufren palizas
¿por qué a ti, por qué a ti?
si justo así querías tu vida

cuando un rechazo te parte el pecho
y sus llamadas ya no te buscan
bebes por cien, comes por mil
y el amor que cantas no te lo escuchan
¿por qué a ti, por qué a ti?
si es justo todo lo que tú buscas

ahora nada provoca
y ahora nada te anima
en el fondo del mar
y con el mar encima

mucho odio en la sangre
y miedo pleno que exudas
fe que olvidas en ti
cariño propio que anulas

te esfumas...
si no te quieres, te pierdes
si no te admiras, te mueres
y te evaporas...
si no te hallas, no existes
si no te amas, no vives
y si no estás, ya no eres

Ella me respondió animada y agradecida, y entonces le dije que su experiencia me había inspirado una canción y que quería que la grabara conmigo. Sin planearlo, fue la excusa perfecta para proponerle por fin algo así. Allí le mostré lo que había estado componiendo.

Y ella aceptó con entusiasmo. Ahora ambos compartimos ese pequeño proyecto que me inspira por su simbolismo y por lo divertido que será grabar a distancia con alguien que aún no he conocido de cuerpo presente y que parece no tener cosas en común conmigo. La tecnología lo permite, y las ganas también.
Creative Commons License
"Si no estás", de Luis Ernesto Serrano, aparece bajo una licencia Creative Commons Attribution-Noncommercial-No Derivative Works 3.0 Unported License.
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12 de marzo de 2009

De cuando Trina Medina me echaba salsa encima

Mi papá me ayudó a conocer a los Rolling Stones, Tchaikovski y Barry White; pero su gusto se inclinaba más hacia lo afrocaribeño, desde Beny Moré hasta la Fania All Stars, pasando por los boleros de Tito Rodríguez, los merengues de Damirón y los danzones de la Sonora Matancera. Por supuesto, la Billo's y la Dimensión Latina me amenizaron muchos gratos momentos familiares y sirvieron para no fastidiarme haciendo mis tareas escolares. Crecí escuchando mucha salsa brava, y quizá fue algo que influyó en mí para preferir el funk de Earth Wind & Fire, el blues de los Doobie Brothers y el aparente caos de Yes.

Estas tendencias las seguí cuando comencé a prepararme como músico y fui alimentando un respeto hacia todo lo que tuviera que ver con salsa y derivados porque, simplemente, zapatero a su zapato. Ya se me hacía muy exigente dedicarme a entender lo complejo de esos estilos para poder dominar montunos y guajeos en piano cuando en realidad yo gozaba más dándole chacachán a la guitarra eléctrica.

Pero, gracias a uno de esos giros de destino que uno mismo se causa, me encontré de repente tocando bolero, danzón, bachata y guaguancó junto a Carlos Jaeger y luego, siguiendo esa onda de hacer todo lo que antes parecía prohibido para mí, y sin recordar ahora como fue, me vi dirigiendo la banda que acompañaría a la venezolana Delia en la promoción de su reciente disco de... eeeh... ¡boleros! Y, por si fuera poco, terminé produciendo por primera vez un disco de salsa a lo Rubén Blades para Armando Mosquera, en compañía de un trabuco de cubanos que sabían más que nadie del asunto y que esperaban instrucciones mías detrás de la cónsola del estudio. Si no aprendía yo algo ahí, me retiraba.

Empecé a llevar una doble vida. Son en clave de día; Journey y James Brown de noche, o viceversa. Lo fascinante es que era muy divertido y enriquecedor. No obstante, aún me faltaba el doctorado que me haría cerrar el círculo y reencontrarme con parte de mis raíces de crianza musical. Una noche, Francisco Rojas, un excelente timbalero que conocí con Delia, me llama y me dice: "Trina Medina necesita a un tecladista que haga coros".

Fue alrededor de un año de escuela, de muchas primeras veces que me ayudaron luego a atreverme a lo que fuera. Trina me sorprendió con ese carácter fuerte que era imprescindible para mantener en cintura a veinte hombres en una sala de ensayo que disfrutaban siempre del chiste oportuno. Me vi entrompando, con sudor en las manos, partituras a primera vista --lo cual no hacía desde aquellos ratos de terror en el conservatorio-- y pretendiendo dominar una charanga al lado de veteranos de respeto como Cheo Rodríguez, Carlos Puchi, Daniel Somaroo, Nené Quintero y Gerardo López. Era la mujer que había grabado un dúo con Gilberto Santa Rosa, con esa voz de sonera auténtica e imponente que te atrapa y te lleva adonde quiere.

Y ahí estaba yo, con la melena de roquero a media espalda que me hacía el menos salsero de la orquesta; mi modesta experiencia y unos arreglos sencillos asignados a mí con el fin de darle esa pizca de crossover al estilo; mi dosis de especias para la salsa de Trina; mi oportunidad de aprender la humildad que recordaban --y la importante dimensión que podían tener-- unas pocas notas mías en un monumental arreglo que sumaba todas las cucharadas de energía intensa que brotaban de músicos unidos en contagiosísimo trance rítmico; la magia de profesionales de admirable talento que nunca se mostraban ni superiores ni inferiores, siempre cálidos, siempre vibrando con su pasión de vida. Ahí me vi frente auditorios que me parecían desafiantes con la confianza de estar bien acompañado y el orgullo de compartir escena con quienes mucho me enseñaron.

Trina y yo nos hicimos buenos amigos, en parte porque ella también tiene ese espíritu de roquera inconforme que inicialmente justificaba mi presencia en su orquesta. Es de esas salseras vanguardistas que hacen falta. Pero, la razón por la que cuento todo este episodio en mi viaje artístico es compartir con ustedes la grata sorpresa que fue para mí conseguir en YouTube un video de un concierto suyo en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, que yo no sabía que existía y cuyo audio forma parte de un CD en vivo que también desconocía. ¿Y por qué debía saber yo de su existencia? Pues, porque el tecladista y corista peludo en esa tarima soy yo.

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