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18 de septiembre de 2017

Estoy bien (nueva canción)

Fueron ocho meses sin publicar nota alguna. A mediados de enero de este año, mi rol de vida como artista musical se vino a su mínima expresión. Primero me desconcentraron varios conflictos personales (cuatro, si los cuento; demasiados para alguien que nunca los tiene). Luego, los cuatro meses de protestas en calle para lograr un cambio de gobierno urgente que no ocurrió como se esperaba, me consumieron física y mentalmente en un grado extremo.

En lo que va de 2017, sólo he pisado escenario en una oportunidad. Esto y la preproducción de un concierto tributo a Rush que debió suspenderse por los peligros y la falta de ánimo en un período de asesina represión dictatorial, han sido prácticamente mis únicas tareas en torno a presentaciones. El año ha sido horrible, lo podrían decir.

Hay agravante: la crisis económica y social, aparte de la política. Todo prójimo a mi alrededor tiene como principal preocupación evitar que él y sus seres queridos se mueran por hambre, enfermedad o asesinato. Podría detallar la gravedad de la situación en mi país, pero ya está descrita en sitios de noticias por doquier, e incluso a través de fotos que he publicado en mi perfil de Instagram y de reclamo verbal en Twitter; no quiero redundar con lo trágico.

Lo que sí quiero es dejar claro que todo me afectó al punto tal de ponerle un cobertor al piano y no volverlo a tocar. Si bien intenté siempre inspirar fortaleza y optimismo en días crueles, después de compartir palabras de aliento y solidaridad, al final de cada jornada de batalla urbana, me cacheteaban la falta de paz; los pulmones irritados por el gas lacrimógeno podrido; la piel quemada por el sol que acompañaba cada kilómetro de marcha arriesgada que me castigaba músculos y nervios; el saldo de mis ahorros haciendo dieta en la bóveda del banco; la desesperanza y el temor en la mirada de mis padres; la ansiedad y el llamado silente de protección velados en los juegos de mi hijo conmigo; el grito callado repentinamente de jóvenes que cayeron asesinados a metros de mí.

27 de noviembre de 2014

De cuando entré a un estudio de grabación por primera vez

El año era 1984 (sí, hace treinta). Desde hacía tiempo, mi amigo de la escuela, Raúl Larrazábal, y yo habíamos estado tratando de formar un grupo de rock y nos reuníamos a menudo para hacer jammings y tocar algunas de las canciones que yo había podido componer. Yo me había comprado una guitarra eléctrica (una modesta Fender Bullet americana) para hacer realidad mi sueño de estar en una banda. Aunque me defendía más en las teclas, prefería un instrumento más económico y portátil para ir a ensayos y descargar la pasión. Al principio la intención era rockear en la cuerdas, pero la verdad es que siempre terminaba frente al piano en casa de la hermana de Raúl, y la guitarra se me volvió algo secundario.

Un día, Raúl me dijo que un vecino músico estaba buscando una banda para grabar unas canciones, y decidimos hacer la audición. Conocimos al fulano (el nombre no lo recuerdo en este momento) en casa de otro extraño, y él me puso a improvisar en un órgano electrónico (¡no una guitarra!) que ahí había, y a Raúl en la batería. Le gustamos y poco después nos subieron a un vehículo rústico para ir a un estudio de grabación profesional que quedaba en un suburbio de Caracas.

29 de diciembre de 2009

Oportunidad

Alguna vez te ignorarán; pedirás y no te darán; preguntarás y no te responderán; dirás y no querrán escucharte; amarás a cambio de frialdad, temor e incomprensión; te esforzarás al máximo y lo que hagas no trascenderá.

Y esa falta de reacción no se deberá a que merezcas rechazo ni a que los demás sean incapaces de apreciarte. La razón es sencilla:

Llegas tarde o demasiado temprano.
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