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22 de diciembre de 2009

El camino y la evolución

Siempre que puedo, en las tardes salgo de casa a caminar por el vecindario en el que crecí, mientras me suenan en los audífonos Toto, Bjork o Linkin Park a todo volumen. Son alrededor de 30 minutos de aire, ejercicio e inspiración.

¿Por qué inspiración? Porque mis pasos me llevan al pasado. Es la ventaja de vivir donde me crié y algo que mis amigos y familiares idos a otras ciudades seguramente extrañarán (a menos que sus pasados sean aborrecibles).

En mi recorrido, recuerdo cuando iba con mis hermanos a la escuela, a veces con temor por no saber bien la lección o emocionado porque vería a la niña que me gustaba; cuando me acercaba a la venta de perros calientes sólo porque me fascina el olor de la mostaza; cuando visitaba a mis compañeritos de clase en esas calles, para jugar con muñecos que lanzábamos en paracaídas desde las azoteas; cuando me atropelló el autobús del colegio; cuando me acompañaba en el camino mi amiga de infancia, que siempre fue mi novia sin saberlo; cuando jugaba béisbol en la plaza pública que antecede a la iglesia donde hice mi primera comunión; la primera vez que me robaron; cuando cargué un bombo de batería por cuadras para ir a un ensayo con el grupo que me llevó a un estudio de grabación por primera vez; cuando hace 20 años iba entusiasmado a casa de mi amigo José a practicar las canciones que luego terminarían en mi primer disco... La lista de recuerdos es interminable.

Y algo simpático me pasó en uno de esos paseos cotidianos. Vi a distancia a alguien que estaba en mi salón cuando inicié la secundaria. Era el muchacho camorrero y peleón, el que disfrutaba haciéndoles maldades a los tímidos y callados; es decir, a mí.

Entonces recordé el altercado que él y yo tuvimos una vez en clase. Discutimos por algo; creo que me harté y le dije que dejara el abuso. Enseguida salieron despavoridos los demás muchachos. Pensaron que por lo menos algún pupitre me iba a lanzar. Me vi de nuevo en ese instante en que estábamos casi solos y en que le vi la cara de alzado con esos ojos que asustaban. Pero no recordé qué pasó después. Supongo que me zarandeó como muñequito de Cajita Feliz y quedé inconsciente, porque no me acuerdo.

Me le acerqué y lo saludé. Él me recordaba también y nos reímos cuando le conté de la pelea. Entonces le dije: "¿Quieres revancha? ¡Seguro que ahora sí te someto!" Y se rió más, no sólo por la desventaja que significaba ser ahora menos corpulento que yo, sino por ver --como de hecho noté yo también-- una satisfactoria prueba de evolución. Los temores que nos hacían disfuncionales a los 12 años ya no estaban; y ahora éramos dos hombres más seguros de nuestras virtudes y más considerados con los demás.

Ahora también la inspiración al andar por esas calles no viene sólo de la nostalgia o de la gente que recuerdo con sentimiento, sino por los momentos de autoevaluación que a veces vivo. El antes y el después, el crecimiento, la superación, saber que ahora hay cosas que pienso y hago mejor, confirmar que atrás ha quedado lo que limita, recordar que nunca somos los mismos y que la vida siempre nos acerca a la posibilidad de avanzar.

Y algo tan simple como caminar por mi historia me ha hecho sumar otra pequeña razón para vivir a plenitud: la inmensa curiosidad que tengo por ver lo que seré en el futuro.

Ahí les dejo eso. Me voy a caminar.
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Notas relacionadas:

12 de febrero de 2009

Diez claves para el éxito de un músico (primera parte)

A los artistas musicales a menudo se nos califica el nivel de éxito según el número de discos grabados, la frecuencia de nuestros conciertos y el tamaño de sus auditorios, los otros artistas que nos rodean, altos números de ventas, la cantidad de fans, la posición de una canción nuestra en carteleras de radio, e incluso cuánto se reproducen nuestros videos en YouTube y MTV. Además, se nos mide de acuerdo a nuestras apariciones en entrevistas de TV, las nominaciones y los premios recibidos, cuántas ciudades se suman a nuestras giras, y la cantidad de versiones que otros artistas hacen de nuestras melodías. Pero, para mí más importante aún, está también la simple medida de la satisfacción personal como prueba más inmediata de nuestros logros individuales.

No escribiría esto si no me sintiera exitoso. Sin duda habrá quien note en este momento de mi carrera que no soy recurrente en la televisión, ni en la radio, ni en las salas de concierto, ni en las listas de iTunes. No podría medirme con esas varas, pero sí me siento muy complacido con mis modestos logros, con lo que he alcanzado a nivel profesional de una manera anónima, con los nuevos amigos que han decidido acompañarme el camino y con el hecho de que ahora debo pasar horas respondiendo emails de quienes me expresan apoyo. Y el éxito también lo tienen muchos otros colegas a ese nivel esencial, en quienes he notado los siguientes elementos fundamentales que creo pueden ayudarnos a alcanzar lo que queramos, como creadores de música o simplemente como individuos que desean progresar.

1 Autoconocimiento: Es fundamental tener claro quiénes somos, qué deseamos, qué sabemos hacer y qué no, qué virtudes poseemos y qué debilidades nos limitan, qué tipo de personas preferimos tener alrededor, qué necesitamos mejorar, qué necesitamos afianzar, cómo nos percibe la gente y cómo deseamos ser percibidos. Saber quiénes somos y apreciar nuestras cualidades alimentan nuestra identidad y autoestima, nos dan mayor confianza en nosotros mismos y nos hacen merecedores y receptores de éxito. Si eres un cantante lírico que quiere interpretar canciones infantiles a ritmo de vallenato acompañado de ukulele en plazas públicas, porque es lo mejor que haces en la vida y quieres dedicarte a ello, celébralo y no esperes, cree en ti mismo y hazlo. Por otra parte, si sabes que no cantas bien y que eres un excelente timbalero, suelta el micrófono y afina los cueros, por favor.

2 Compromiso: Cuando queremos algo, sólo podemos alcanzarlo si dedicamos nuestra concentración y nuestros actos a ello. Es un matrimonio con la meta; es lo que motiva la constancia y evita que nos desviemos de nuestro propósito. Al comprometernos con nuestro ideal, hacemos lo posible por priorizar, planificar, practicar la virtud de la disciplina. Es casi matemático: si nos dedicamos a medias, las cosas nos saldrán a medias; si no nos compremetemos por entero, incompleto será lo que logremos, y eso sólo puede llevar a la frustración. ¿Quieres tocar en la sinfónica nacional? Deja ese empleo como mariachi. Y tú, ¿quieres ser mariachi? Deja de ser abogado. ¿Que la plata no alcanza y necesitas un empleo extra? Búscate dos como mariachi.

3 Recursos: Nuestras limitaciones se superan con recursos, mentales, humanos y materiales. La creatividad es una herramienta imprescindible, no sólo para darles vida a composiciones e interpretaciones musicales, sino también para resolver problemas e idear estrategias de promoción, por ejemplo. La paciencia también ayuda y, si no la tenemos, debemos desarrollarla. Igualmente la capacidad de negociar o de simplemente usar una computadora para configurar un perfil en Facebook, el cual también es un recurso. Todo talento es una herramienta también, lo sabemos, y si aparte del obvio don musical, hay otros necesarios que no poseemos, hay que desarrollarlos o recurrir a quien sí los tiene. Por supuesto, también necesitamos dinero, instrumentos, salas de ensayo, técnicos, contadores, publicistas; la lista la conocemos. El asunto es que, si sabes lo que necesitas, debes tenerlo: y si confías en lo que eres y estás comprometido con lo que anhelas, seguramente harás lo posible para conseguirlo. Se supera quien aumenta sus propios recursos a todo nivel.

4 Adaptabilidad: Como reza el dicho, la única constante es el cambio. En realidad, nunca seremos los mismos. Nuestros gustos varían; nuestras necesidades llegan a ser otras; la gente con la que trabajamos puede seguir otro camino; nos casamos o divorciamos; llegamos a ser padres y a perder gente muy importante en nuestras vidas; sufrimos experiencias traumáticas que pueden llegar a anularnos y podemos de repente adoptar creencias completamente distintas. Y todo esto les pasa también a aquellos a quienes dedicamos lo que hacemos: nuestro público o nuestro mercado, como se quiera ver. La tecnología avanza; nuestras máquinas se deterioran y vuelven obsoletas; el reggaetón puede pasar de moda y cederle su lugar al "bolerón" o al "rock-and-rolletón"; la gente dejará de comprar CDs y la música simplemente volará todo el tiempo por el aire esperando a que alguien la capte en su super-smart-phone de séptima generación. Todo campo profesional sigue ese principio darwiniano de evolución del más apto, y ello exige capacidad de adaptación sin dejar de ser la misma especie. Adaptarse al cambio no implica volverse como los demás, sino seguir siendo quienes somos en esencia después del ajuste. Y para adaptarnos, necesitamos identidad y recursos. ¿Eres especie en extinción?

5 Movimiento y reposo: Obvio, para tener éxito hay que trabajar, actuar, hacer, echarle ganas, correr incluso. Pero es mentira que la gente exitosa sólo trabaja y trabaja. Después de largas horas de grabación, dedos ampollados o un posible síndrome del túnel carpiano, hay que relajarse y disfrutar de la música que hemos creado. Después de sudar en el escenario, hay que parar y gozar el aplauso. Después de una gira, hay que pasear en la montaña, jugar a la pelota con un niño, ver el mar con amigos y familiares, o realizar esa fantasía de hacer el amor a luz de luna. Y debe ser un reposo total que repone, que ayuda a asimilar lo que se ha hecho, que facilita la autoevaluación, la recarga de energía y metas. No debe ser un reposo con culpa por no estar haciendo nada. Exhaustos, aislados y sin el aliciente de otras satisfacciones en la vida, no podremos sentirnos plenos y felices. Alguien infeliz no puede ser productivo y exitoso.

Así que ahora me voy a reposar. En mi próxima nota explicaré los otros cinco elementos que necesitamos para crecer aún más profesionalmente, que parecen extrapolarse a cualquier campo y que sin duda pueden complementarse con otros que ustedes consideren pertinentes. Ah, y hablando de música, ¿ya han escuchado la mía? ¿Aún no? ¿Cómo va a ser?
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