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31 de enero de 2011

Me quedan 112 canciones de vida

Hace unos seis años, mi hermano me regaló una Palm Tungsten E2 y, siendo yo un fan de las agendas digitales desde hace muchísimo tiempo, el modelito se volvió mi secretaria personal desde entonces.

Pero esta nota no es para publicitar un producto electrónico que quizás esté obsoleto. El asunto es que el aparatito tiene instalado un juego de solitario; ya saben, el de naipes. En un principio, cuando tenía que matar el tiempo en una sala de espera, leía otro capítulo de algún libro en su pantallita (recuerdo que leí todo El Código Da Vinci y la biografía de Rush en mi Tungsten); pero luego me limité a jugar solitario. "¿Que espere unos minutos? Está bien". (A jugar solitario). "¡No, ¿el vuelo se retrasó?! Ni modo". (A jugar solitario).

Esta mañana me tocó esperar y le di al juego. Entonces quise ver las estadísticas para saber si el número de victorias estaba a mi favor o al de la computadora. Fue cuando noté un número algo espeluznante:

9798:13

Tiempo total dedicado al juego: 9.798 minutos con 13 segundos = 164 horas = 7 días = 1 semana. He dedicado una semana entera de mi vida a jugar solitario. Menos mal que han sido minutos que he dedicado también para meditar.

La cifra me lleva a recordar algunas proporciones lógicas (¡hoy estoy de un matemático!): Dedico una tercera parte de mi día a dormir; es decir, he estado inconsciente un tercio de mi vida y 33,33% de mi futuro se destinará a ese proceso que realiza mi cuerpo para reiniciarse a diario.

También se dice que usamos otra tercera parte del tiempo para el mantenimiento de la maquinaria corporal (bañarnos, comer, terapias con el psiquiatra) y las relaciones extra-laborales (familia, amigos, amantes, el perro, la chica que no te hace caso).

Por lo general, nos queda entonces una tercera fracción para hacer aquello que nos ayude a "ganarnos la vida", ya sea que nos guste o no, ilegal o no, beneficiando al jefe o al prójimo.

En este instante, tengo 42 años de edad y espero vivir al menos otros 42 más. Estoy en la mitad de mi vida posible y, si la divido en tres partes, me quedan 14 años para dormir, 14 años para amar activamente a quienes quiero (incluyéndome), y 14 años para trabajar. (Corrijo: 28 años para amar. Mi trabajo es un cúmulo de actos de amor también, así suene cursi.)

Todo esto me lleva a otro curioso cálculo. En los últimos 16 años de vida he publicado 32 canciones como solista. Pero son canciones hechas durante esa tercera parte de mi tiempo que he dedicado a trabajar en música; es decir, 5 años y 4 meses (33,33% de 16 años). De este lapso, debo restar el que he dedicado a trabajar como músico y productor para otros solistas, que ha sido como un 50% del tiempo.

50% de 5 años y 4 meses = 2 años y 8 meses

Eso quiere decir que, aproximadamente, dediqué 2 años y 8 meses para materializar las 32 canciones que he lanzado al público, una canción por cada mes ininterrumpido de trabajo.

Siempre estoy colaborando en proyectos musicales ajenos. Es algo que me ayuda a crecer como profesional, así que espero dedicar a ello, digamos, una tercera parte de los 14 años laborales que me quedan. El resto será para mi música:

66,66% de 14 años = 9 años y 4 meses netos para hacer mis canciones

Ahora bien, si en 2 años y 8 meses hice 32 canciones, ¿cuántas haré en la vida que me queda? Hagamos la regla de tres.

(Calculadora en mano...)

¡112 canciones!

Me quedan 112 canciones de vida. Si me muero antes, serán menos; si duermo menos, serán más; si me canso y me voy a retiro, serán menos; si más y más gente me las pide, serán más; si me dedico más al rollo de la promoción y a la búsqueda de fama, serán menos; si le sigo siendo fiel al amor que siento por lo que hago, serán más.

Si quiero asumir el reto y verificar la cifra al final de mi historia, no puedo seguir matando el tiempo. La vida, en realidad, no es más que tiempo disponible, el tiempo de ahora; y matarlo es matarnos.
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