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11 de julio de 2012

Las canciones en mi iPod (1)

Son las que escucho cuando salgo a caminar, cuando voy de una ciudad a otra, cuando me toca esperar en un aeropuerto. Dicen cómo soy, de dónde vengo en la vida, cómo creci, qué me formó. Son la imagen musical de mis días desde hace mucho tiempo; inspiración, motivación, admiración, reflexión y diversión. Y son algo que siempre me gusta compartir, así que aquí les van poco a poco.

1. ABBA, The Name of the Game (1977)
La escucho desde que se publicó. Con los años, no dejo de maravillarme con su elegancia e impecable producción. En un presente en que la radio está abarrotada de canciones compuestas con dos o tres secciones máximo, toparme con esta exquisitez de siete partes (o mini-movimientos que estructuran un tema) provoca nostalgia por una época en que hacer música pop era un oficio más cuidadoso y esmerado. La mezcla es perfecta para un arreglo sin excesos que destaca cada instrumento en su espacio y saca provecho de un ensamble vocal que nunca falla. La letra, aún vigente. El tema todo, eterno.



2. Foreigner, Urgent (1981)
Esta canción apareció en el mundo musical justo cuando yo más motivado estaba para crear cosas similares. Quizás escuchar estas cosas moldearon mi particular gusto por el pop rock que hace lucir a los músicos, porque ¡vaya que se luce el saxofonista en este tema! No me canso de escuchar ese brutal solo. Ninguna banda se había atrevido a hacer algo así con un instrumento de viento poco asociado con el rock puro. Detesto la batería electrónica de la grabación original, pero es muy pegajosa la canción, y el solo, ese solo, siempre me da ganas de subir a una tarima y tocar. ¡Ah, lo olvidaba! Los vi tocar Urgent en Caracas a principio de los 90. Orgásmico.



3. Sergio Mendes, Viramundo (1970)
Yo tenía unos 3 años cuando comencé a escuchar Viramundo en casa. Era un disquito de 45 rpm que papá ponía a menudo y a mí simplemente me encantaba, quizás en parte porque era una manera de saber que él estaba alegre en ese momento. Más tarde me lo regaló, cuando yo tenía 7 u 8 años, y desde entonces es un tema de mi infancia, de cuando yo no distinguía la música por géneros o idiomas, sino por lo que me hacía sentir; de cuando yo escuchaba lo que me llegaba por azar y lo recibía todo con curiosidad y brazos abiertos. En ese entonces no sabía que Mendes era un visionario brasilero que amalgamaba sus raíces musicales con lo sajón para crear un sonido vanguardista que me trajo su país a mi pequeña habitación. Esta versión es tan, tan sensual. El diálogo vocal improvisado de dos mujeres al final, me hacía imaginarlas bailando de una forma alucinante. Quisiera grabar algo así algún día.



4. Aditus, Mi Amplificador (1983)
Al llegar de mis clases en secundaria, ponía el disco y lo cantaba de cabo a rabo. Casualmente en 1983 compré mi primer amplificador, y escuchar a los venezolanos de Aditus era identificarme con unos músicos que me servían como ejemplo de que en mi ciudad se podía hacer algo similar. Yo quería tocar guitarra y cantar siempre, y ese "siempre" aún me está durando, felizmente. Recuerdo la primera vez que los vi en vivo, en mi universidad, cuando más famosos eran, y recuerdo que quería usar sintetizadores marca Korg porque el tecladista de Aditus los usaba. El tiempo y la dedicación me llevaron a cruzarme con esos músicos en algún estudio de vez en cuando, y hace unos años los mismos Pedro Castillo (guitarrista y vocalista icónico de la banda) y George Henríquez (tecladista) contribuyeron a estas notas mías con una recomendación dirigida a quienes se inician en la carrera musical. Pedro, George, gracias por ser de esos que me hicieron ver que se podía.



5. Miguel Bosé, Este Mundo Va (1995)
Conocí la canción en 1996 porque un cantante amigo mío quería versionarla con mi ayuda. Desde entonces, es un tema que me habría gustado crear. Se conecta perfectamente conmigo, con la manera en que me gusta expresarme musicalmente (creo que hay más influencia de Miguel Bosé en mi arte de lo que yo mismo he podido notar). Además de recordarme una época intensa en mi vida, llenas de esas experiencias de adultez que transforman a un joven en hombre, es una de esas piezas que me hicieron admirar a Bosé en unos años que marcan definitivamente su crecimiento como artista. "Me primavero y me otoño..." Genial. Ah, y tocarla es una divinidad.



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